Sexo tántrico: Cómo es la práctica oriental que te lleva al placer

Mucho se habla sobre el tantra pero poco se sabe con certeza. La clave está en dejar los prejuicios de lado y poner en práctica otro nivel de goce.

Sentir cosas nuevas, salir de la rutina, de la monotonía de una relación o incluso de su propia vida; y, por qué no, abrir también un abanico sexual a nuevas experiencias. “El sexo tántrico tiene como fin disfrutar del placer en toda su esencia, prestando atención no sólo a los genitales, sino a todo el cuerpo en su conjunto”, explica el sexólogo Mauricio Strugo.

Pero esta práctica milenaria no es nueva y forma parte de una filosofía de vida llamada Tantra que surgió en Oriente hace más de 4.000 años. “La meta de la sexualidad tántrica no es el orgasmo sino la energía que se produce en el encuentro entre los cuerpos, es una práctica contraria a la “ansiedad de rendimiento”, muy común en esta época donde hay poco espacio para el disfrute y cuando existe la posibilidad pareciera que hay que hacerlo rápido y bien, para luego continuar con la locura rutinaria”, comenta el sexólogo.

La práctica del Tantra requiere una renuncia al coitotocentrismo, es decir a la práctica generalmente exigida por los hombres de una sexualidad, bastante clásica, donde lo más importante es la penetración o incluso en muchos casos lo único. La sexualidad tántrica apunta a la utilización de todos los sentidos al servicio de un verdadero encuentro íntimo, donde la mirada, la respiración y todo el cuerpo es tomado como erógeno.

Disfrutar sin barreras
Muchos definen esta práctica como una combinación del amor y la meditación a través del acto carnal: toda la energía que el individuo transmite durante el acto sexual va destinada a alcanzar el éxtasis. La premisa es que en la sexualidad no hay superioridad entre un género y el otro, ni distinción entre aspectos tan subjetivos como la belleza, la pureza, el bien y el mal.

El Tantra como filosofía extiende una invitación a vivir la sexualidad dentro y fuera del acto sexual, es un recurso para llegar a un estado máximo de conexión energética. El verdadero secreto consiste en tomar al sexo como una ceremonia espiritual donde incluso el orgasmo y la eyaculación (objetivos tradicionales en la sexualidad occidental) dan paso a la búsqueda de acumular energía en el encuentro.

Renovar la pareja
“En una relación es importante innovar, sobre todo cuando nos damos cuenta que el tiempo juntos pudo haber generado rutinas que oxidan el vínculo; allí resulta saludable conocer nuevas maneras de aproximarnos para salir de la costumbre y este tipo de encuentros puede resultar una buena alternativa para incursionar”, dice Strugo.

Hay un punto a tener en cuenta: una cosa es realizar algunas prácticas o sugerencias para conocer sensaciones nuevas y otra muy diferente es querer realmente aprender esta técnica para incorporarla como una forma de vida. En este caso, la sugerencia es consultar a especialistas en filosofía tántrica, guías, charlas o talleres sobre la temática para profundizar en el sentido de la práctica y los conceptos que sostienen a la misma.

La clave del placer
“Para probar e incluso incluir esta experiencia a nuestra sexualidad, tenemos que entender que la finalidad de la misma no tiene que ver solamente con el acto sexual, sino que sirve para canalizar la energía, conectarse con la pareja e incluso aumentar el deseo y para ello es necesario disponer de tiempo y paciencia para lograr una verdadera conexión”, sostiene el sexólogo.

Pueden trabajar por separado y luego juntos, siendo conscientes de la respiración, realizando meditaciones para probar distintos tipos de formas de respirar para luego aprender a sincronizar la misma entre ambos antes del acto sexual y durante el mismo. También es importante crear un espacio sagrado para el encuentro: preparar la habitación como un templo, prender velas, poner flores o algún perfume, y a partir de allí, trabajar la mirada como una manera de encontrarse con el otro de una forma más profunda, de manera tal que nos podamos ver más allá de los cuerpos o lo físico, llegando hasta el alma. La respiración y las miradas pueden incluir masajes eróticos, en los que evites, por un buen rato al menos, centrarte en los genitales, entendiendo que todo nuestro cuerpo es erógeno y que si nos damos el tiempo suficiente para proporcionarnos caricias, el deseo cada vez se irá incrementando más y más hasta desbordar, e incluso con la práctica podremos llegar a incrementar el tiempo de duración de los encuentros, disfrutando de cada parte del mismo como si fuera único.

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