Probióticos, ¿moda pasajera o alimento funcional que llegó para quedarse?

Una especialista explica por qué es bueno ingerir esas bacterias, dónde están presentes, cómo ayudan al organismo y cómo interactúan en el intestino.

Los probióticos -esa conjunción entre tecnología, microbiología y bienestar- llegaron para quedarse en la agenda de salud, alimentación y buen vivir. Estas bacterias beneficiosas para nuestro intestino no son una moda, son salud y avance en el conocimiento de la digestión.

Victoria Cavoti (M.N. 111.677), médica patóloga con formación perinatal en el Hospital Materno Infantil Ramón Sardá, sostuvo: “Los probióticos nos permiten incorporar nuevas bacterias a nuestro pool intestinal de la microbiota. Conocí el concepto de microbiota hace años en la Maternidad Ramón Sardá donde trabajo desde el año 2009 como patóloga perinatal. Recuerdo la charla en Neonatología donde refirieron su importancia para preservar y colaborar con el buen desarrollo de la microbiota del bebe prematuro. En la misma reunión, el equipo de Banco de Leche Humana reafirmaba la importancia de la lactancia como factor de fortalecimiento de la microbiota gracias a sus FOS, estos oligosacáridos (azúcares propios de la leche materna) que no son digeribles y son el combustible para las bacterias que conforman la microbiota”.

En ese sentido, la especialista contó: “Ese día salí feliz y con ganas de saber más sobre el tema cuando en mi celular entró la llamada de Agus que vive desde hace años en Canadá. En esa charla, me contaba que le daba a su pequeño hijo probióticos en jugos, galletas de avena, yogures y postres que compraba en supermercados y tiendas. Los probióticos son ciencia, tecnología y salud desde hace años. En la Argentina, desembarcaron en los años 90 y en el mundo se encuentran en presentaciones accesibles en góndolas para el consumo diario”.

Por qué es bueno ingerir esas bacterias
Cavoti, que tiene un posgrado en Salud Comunitaria de la UBA, explicó que durante muchos años los microbios eran considerados patógenos para la medicina tradicional, aunque luego surgió el concepto de flora normal: “Este concepto que estudiamos los mayores de 40 años describe a las bacterias que conviven en armonía con nosotros y habitan el colon y el tracto genital inferior femenino. Hoy sabemos que se llama microbiota y es una gran entidad. Y lo nombro como entidad porque estos miles y millones de bacterias que habitan nuestro tubo digestivo, árbol respiratorio, piel y aparato genital femenino cumplen con roles en materia de digestión, inmunología, bienestar emocional y equilibrio inflamatorio de tejidos y sistemas”.

Según precisó la especialista, el ser humano consume bacterias desde hace años en alimentos fermentados como el yogur o el kéfir, dos milenarios y primos hermanos. Ambos son fermentos, elementos vivos, que presentan bacterias. Sin embargo, aclaró: “No toda bacteria es probiótica y ahí viene la explicación técnica. Una bacteria probiótica es aquella que, administrada en una adecuada cantidad, es beneficiosa para la salud. Esta bacteria debe estar viva y tipificada microbiológicamente. Las bacterias con evidencia científica robusta de su beneficio para bio diversificar la microbiota son L.Casei, Bifidobacterium Lactis y L Rhamnosus”.

En Europa, USA y Canadá se encuentran miles de alimentos que provienen de la tecnología de la industria: bebidas lácteas, galletas, jugos de frutas, yogures y postres con baja cantidad de azúcar y ricos en fibra. En la Argentina, los probióticos y su tecnología desembarcaron en los años 90 y, de a poco, se fueron poniendo en agenda nutricional.

Según Cavoti, se pueden encontrar probióticos en dos presentaciones: en comprimidos o jarabes recetados por el médico de cabecera o en yogures con probióticos. Pero ¿cómo reconocer un yogur con probióticos en la góndola de lácteos? Muy simple: al leer la leyenda “contiene probióticos” o el nombre de estas dos bacterias L. Casei y Bifidobacterium Lactis. No obstante, aclaró que las bacterias L. Bulgaricus y L. termofluidos no son probióticas sino aquellas propias de la fermentación del yogur.

Cómo ayudan al organismo
Cavoti explicó que los probióticos son nuevas bacterias vivas y microbiológicamente tipificadas que ingresan al pool de la microbiota. “Cuanto más diversa es la microbiota, mejor su estatus y funciones. Actúa como un escáner de tejidos y células: identifica lo propio del organismo y lo ajeno. Por este motivo, en dietas restrictivas, la microbiota no se encuentra en su mejor estado, no tiene el entrenamiento suficiente y esta situación se asocia a alergias alimentarias”, aclaró.

Las bacterias que conforman la microbiota favorecen la buena absorción de alimentos con mejor aprovechamiento de nutrientes. Además, produce ácido butírico que permite que los sistemas cardiovascular, digestivo, endocrino y nervioso estén en un estado de no inflamación y equilibrio.

Otras funciones de los probióticos son:

Fortalecen al sistema inmune al robustecer a la microbiota intestinal.
Colaboran con la digestión.
Promocionan la digestión de vitaminas y oligoelementos.
Acortan los estados de diarrea.
Ayudan en la absorción de lactosa.
Por qué una buena digestión es clave
La digestión es un proceso espectacular en el cual un alimento se convierte en nutrientes y energía para los órganos y tejidos. “Si alguno de los eslabones del proceso digestivo no funciona correctamente, nos sentimos mal. Escuchamos todo el tiempo a amigos, compañeros de trabajo y familiares hablar de sus problemas digestivos: dolor abdominal, acidez y distensión intestinal. La microbiota es un eslabón fundamental en el proceso digestivo junto con la masticación, las enzimas digestivas como lipasas, lactasa, proteasas y hormonas como la insulina, el glucagón, hormona tiroidea y leptina que es la hormona de la saciedad”, precisó la especialista.

¿Es el intestino nuestro segundo cerebro?
“El intestino es nuestro segundo cerebro. Tiene su propio sistema de regulación, el Sistema Nervioso Entérico, que luego se comunica con el Sistema Simpático y Parasimpático del tronco encefálico, parte más primitiva del cerebro”, explicó Cavoti.

Las bacterias de la microbiota además secretan el 80% de la serotonina del organismo, que es el neurotransmisor del bienestar emocional. “Las emociones que experimentamos modifican nuestra digestión: la restricción voluntaria de alimentos provoca ansiedad y enojo. Las dietas sin seguimiento profesional, como ocurre con alguna keto, disparan neurotransmisores excitatorios o inhibitorios que pasan la barrera encefálica llegando a la corteza, parte del cerebro más evolucionada. Comer tranquilos y alimentos variados repercute en nuestra corteza prefrontal anterior, encargada del bienestar y la ecuanimidad. Entonces nos queda claro que la digestión, la microbiota, el tronco encefálico, la amígdala que gestiona las emociones y la corteza prefrontal anterior que nos brinda equilibrio y felicidad están íntimamente relacionados por neuronas y sus mensajeros llamados neurotransmisores”, sostuvo.

En relación con lo anterior, la especialista concluyó que los problemas digestivos son prevalentes en las consultas médicas. Una dieta rica en verduras, frutas, legumbres, cereales, alimentos integrales, así como descansar bien por la noche, hacer ejercicio y consumir probióticos, colabora en el buen funcionamiento del intestino”, señaló.

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