Ataques de ira: por qué surgen y cómo se pueden controlar

Es una emoción que, si no se canaliza adecuadamente, puede llegar a ser perjudicial para la persona y los que lo rodean.

El enojo es una emoción tan necesaria como cualquier otra, pero, en ocasiones, cuando se produce de forma descontrolada y, con demasiada frecuencia, se debe plantear la necesidad de buscar ayuda y pensar en las consecuencias en nuestro entorno más cercano.

“Las exigencias laborales acumulan estrés; desaprobar exámenes o estar constantemente a prueba en otros ámbitos generan frustración; las discusiones familiares, con amigos o extraños provocan experiencias desagradables y angustiosas. No estar preparado para vivenciar estas situaciones nos puede jugar en contra”, plantea a Con Bienestar la psicóloga Eliana Álvarez (M.N. 68.245).

La ira es una emoción que todo ser humano sintió alguna vez en la vida, porque es innata y garantiza la supervivencia. Los seres humanos somos animales muy emocionales, con nuestros momentos de emociones positivas y negativas, necesarias para adaptarnos al mundo que nos rodea.

“La ira, justamente, es una emoción que se desencadena a partir de una amenaza interna o externa. Todos experimentamos al menos una vez esa sensación de querer llorar, arrojar cosas o gritar fuertemente”, explica Álvarez.

Además de la vida familiar y las relaciones con los amigos, las personas que sufren ataques de ira frecuentes pueden ver arruinada su vida laboral cuando sufren uno de estos episodios en el lugar de trabajo.

La psicóloga define que la ira en sí misma no es patológica, es una reacción natural de las personas. Se considera un trastorno cuando estos comportamientos tienden a ser constantes y se desencadenan por estímulos insignificantes. En este caso, hay que consultar con un profesional para comenzar a tratarla.

“La ira puede venir acompañada de altos niveles de ansiedad que son proyectados hacia afuera, como así también puede esconder un profundo estado de tristeza. Si bien no se puede lograr cambiar algunas de esas situaciones irritantes, sí es posible cambiar la manera de afrontarlas”, señala la psicóloga.

¿Cómo manejar la ira?
– Identificar lo que causa ese enojo o fastidio.

– Conocer qué nos hace sentir bien y hacia dónde va nuestro deseo.

– Evitar situaciones de estrés y de máxima tensión.

– Poner en palabras los enojos a medida que van surgiendo.

– Atravesar las frustraciones con naturalidad. Son un obstáculo más y no un peligro.

– Aprender a escuchar las señales del cuerpo.

– Nunca expresarse a través de la violencia.

Es muy importante ser consciente de cómo se va a desarrollar la escalada de tensión. Si se vivió con anterioridad y, por lo tanto, se tiene experiencia de ataques de ira anteriores, es clave reflexionar sobre cómo terminó esa situación. “Puede ser una técnica útil para parar en seco el inminente ataque actual. Así evitamos ir a más”, concluye la psicóloga.

 

 

 

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