En cualquier caso debe ser transitorio. Si hay muchos reproches o tensión, no tiene sentido.
Cuando las cosas ya no van bien en el matrimonio y el sueño de una vida juntos en amor y armonía se transformó en pesadilla, se pone fin a la relación. ¿Pero hay que divorciarse cuanto antes? No es tan simple. En países como Alemania, Chile o Costa Rica, antes de llegar al divorcio, primero se tiene que cumplir un año de separación.
“Esos doce meses tienen por objeto proteger a los cónyuges de una decisión precipitada y permitir la reconciliación”, explica el abogado berlinés Stefan Zimmermann.
En la Argentina, existe el “divorcio exprés” y no hace falta demostrar una causa o motivo, así como tampoco esperar un tiempo para iniciar los trámites.
Sin embargo, en ambos contextos, la situación es la misma: es el de aquellas parejas cuyo vínculo afectivo se disolvió, pero que continúan viviendo juntos.
Hay casos donde esta situación sucede hasta que uno de los dos miembros de la ex pareja se organice para dejar el hogar en común. El tema de la desocupación y los bajos ingresos acentúa esta condición.
En ese camino, por ejemplo, es posible utilizar el recurso de lo económico para tapar otras cosas, como la dificultad para concretar una separación que uno de los dos no termina de aceptar.
También intervienen otros factores, como no querer renunciar a determinadas cosas o resistirse a perder el lugar donde se vive, donde están los hijos y donde se volcaron muchos sentimientos y emociones. Otras veces se dice que es propiamente por los hijos, pero la verdadera razón podría ser el miedo.
Más allá de las causas, los especialistas afirman que debe entenderse a esta convivencia forzosa, de las ex parejas convivientes, como algo absolutamente transitorio. Tarde o temprano, deberán y necesitarán continuar con sus respectivas vidas.
La abogada especialista en derecho de familia, Eva Becker, recomienda en ese período, “dividir de forma tan amistosa como sea posible las pertenencias que ambos tienen en la casa en común”. Y ahí surge la pregunta ¿Quién se queda con las toallas? ¿Y con los platos? ¿El armario?
Cuando sí y cuando no es posible sostener la convivencia
Insistir con la convivencia puede ser posible cuando, pese a que la pareja esté rota como tal, se mantenga la comunicación y unos mínimos niveles de cohabitación. Si hay muchos reproches o tensión no tiene sentido porque, sobretodo si hay chicos, es muy dañino vivir en ese ambiente.
Los hijos agradecen la honestidad y la sinceridad, aprenden de sus padres todo el tiempo, de la comunicación verbal y de la no verbal, opinan los psicólogos.
Lo importante es reconocer la dificultad de afrontar una ruptura y no dudar en pedir orientación cuando los recursos no son suficientes para hacer frente a la realidad.
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