El escritor y terapeuta argentino da las claves para aprender a convivir con incertidumbre y al mismo tiempo, disfrutar plenamente de la vida en el ciclo “Aprendemos Juntos 2030″
“Una de las preguntas que más me hacen cuando viajo por el mundo acerca de mí y de mis libros es sobre la felicidad. Y siempre contesto que para mí la felicidad es la serenidad que se siente cuando uno tiene la certeza de estar en el camino correcto, que es obviamente aquel que conduce a ello que le da sentido a mi vida”, dice Jorge Bucay, terapeuta, escritor argentino y autor de notables libros tales como Las tres preguntas y Cartas para Claudia.
Durante una charla del ciclo Aprendemos Juntos 2030, la plataforma de contenidos inspiradores de BBVA, el experto derriba las creencias de que se debe vivir con certeza absoluta y propone amigarse con la incertidumbre, con entregarse a lo desconocido, aspectos fundamentales que considera que “son cada vez más parte de nuestra vida”. Con esta mirada le fomenta a los jóvenes y adolescentes tener siempre planes alternativos: “Hay que aprender a planear nuestra vida, pero no a planificarla”, comenta Bucay.
Para el especialista, hay una diferencia abismal entre planificar y planear. Según explica, el primer término se refiere a “hacer un plan de A a B, de B a C, de C a D y así sucesivamente hasta llegar a la meta”. Sin embargo, la vida no es lineal y son muchos los obstáculos que pueden aparecer en el camino: “Posiblemente cuando lleguemos de A a B, nos enteremos que C no existe más”, señala Bucay.
En el otro extremo, planear tiene que ver con “despegar en una dirección, pero luego se puede volar dependiendo de los vientos que se encuentran”, sostiene el escritor y ahonda: “La habilidad de planear es ir navegando, flotando, ocurriendo, transitando entre la brisa, los vientos y el clima con los que uno se va cruzando”. Para Bucay la vida se puede planear pero no se debería planificar porque si esto ocurre “te vas a encontrar con las dificultades que impide que sigas el viaje”.
Por esta razón y en plena charla con un grupo de adolescentes, Bucay aconseja aprender a planear y a nunca dejar de tener un rumbo claro. “Sabé hacia dónde vas pero no planees cada paso ya que esa incertidumbre te puede llevar a cancelar el viaje antes de llegar”, plantea el terapeuta.
En primera persona
Teo, un joven de 15 años de nacionalidad española comenta durante una puesta en común donde junto a otros pares y un orador reflexionan acerca de los dichos de Bucay: “Siempre he querido planificarlo todo, soy súper controlador, me gusta tener las cosas claras de lo que va a pasar con mi vida, entonces no me llevo bien con la incertidumbre. Aún me queda mucho por conseguir y aprender a no frustrarme cuando no me salen bien las cosas”.
Siguió el turno de Consuelo, una argentina de 19 años que confiesa sentirse identificada con la espontaneidad. Por su parte Santiago, mexicano de 26 años plantea que él no se puede vivir sin planificar ni planear. “Si planificás toda tu vida, te vas a consumir, pero si vivís completamente fluyendo sin saber hacía dónde vas, también te podés perder aún más”, opina el joven.
Paula que también tiene 19 años y es española, cuenta que es una persona que se inclina más por planificar que por dejarse llevar. Al respecto, Juan José, colombiano de 20 años sostuvo que muchas veces “las cosas se me van de las manos y dejo que fluyan, pero también tengo esa parte del control, de querer planificar, aunque no muy a largo plazo”. La última joven de la ronda en expresarse fue Sofía, argentina de 24 años que abrió un interrogante: “Quería saber si después de tanto conocimiento adquirido, una persona logra manejar o vivir en la incertidumbre”.
El siguiente en tomar la palabra fue el moderador del encuentro quien retomó la explicación inicial de Bucay e hizo un análisis final. “Con 61 años sigo viviendo en la incertidumbre, no se lo que va a pasar”, mencionó y continuó: “Lo que pasa es que uno aprende a gestionarlo”.
En este camino y como parte de un mundo sucumbido por lo desconocido, muchas veces el miedo se cuela, domina la escena y provoca “una parálisis”, dice el moderador. Y lo cierto es que “el pensamiento de miedo es siempre anticipatorio, negativo. Nunca va a decir: ´todo va a ir bien, ya vas a ver´. El miedo suele formularse con la expresión de ´y sí: ¿y si no me adapto? ¿Y si me va mal? ¿Y si no me hago amigos? ¿Y si fracaso?´”, explica el orador. La cuestión es que “cuando una persona escucha todos esos ´y sí´, no avanza”, agrega el hombre.
En casos donde el miedo apremia e impide planear la vida, la formulación correcta, dice el moderador del encuentro, sería: “Puede pasar tal situación o no. Si pasa voy a buscar soluciones pero no voy a dejar de ir, de hacer, de andar y de caminar hacía eso que quiero”. Y advirtió tajante la importancia de no perder nunca la prudencia y la sensatez. Eso sí: “El miedo hay que atravesarlo”, finalizó.
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