Ante el aumento de enfermedades como la demencia, el mal de Alzheimer y el de Parkinson, especialistas del Hospital de Clínicas “José de San Martín” brindan una serie de recomendaciones que puede ayudar en su prevención.
El aumento de la expectativa de vida en los últimos 100 años se dio a la par de mejoras en los cuidados médicos: uso de antibióticos, prevención en enfermedades cardiovasculares y medidas de higiene, alimentación y vacunación, detección precoz del cáncer, nutrición y educación. Pero, a la vez, comenzó un aumento de afecciones relacionadas con el deterioro cognitivo, entre ellas la demencia.
“Es bien conocido que no tenemos terapias modificadoras para este tipo de enfermedades, pero hay un creciente énfasis para adoptar hábitos de vida que están asociados a una menor incidencia de la demencia”, sostiene Ricardo Maiola (M.N. 60.548), médico de planta del Programa de Parkinson y Movimientos anormales del Hospital de Clínicas.
Cómo afectan nuestra vida el deterioro cognitivo y la demencia
“La demencia es, por un lado, un grado de deterioro cognitivo que afecta a las actividades de la vida diaria; o sea, que el paciente necesita asistencia en la vida de todos los días. Es decir, ambos tienen alteración de las funciones mentales superiores, sobre todo de la memoria. El deterioro cognitivo leve no afecta tanto las actividades de la vida diaria. En cambio, en la demencia el paciente es dependiente para realizar estas actividades, lo cual genera que no pueda vivir solo”, explica el profesional.
En el caso de la enfermedad de Alzheimer (EA), es la principal causa de demencia en el mundo (casi 3/4 partes de los pacientes con demencia la tienen) y el porcentaje de muertes por EA aumentó casi un 90% entre el año 2000 y el 2015. Lamentablemente, no existen tratamientos que la prevengan ni tampoco que retrasen su aparición.
Entonces, ¿cómo podemos actuar para prevenir la aparición de este tipo de enfermedades? Si bien existen factores de riesgo no modificables, como la edad y la genética, es posible actuar sobre los factores de riesgo que sí son modificables. Entre estos últimos se incluyen:
En edades tempranas de la vida: bajo nivel educacional. Estudios demuestran que un alto nivel educativo (personas con escuela secundaria completa o más) se asocia a un bajo riesgo de demencia. Los profesionales suelen usar un término denominado “reserva cognitiva”: Existen casos de pacientes fallecidos sin demencia que en el examen de los cerebros post-mortem se encontraron signos de EA, demostrando una mayor estructura neuronal, o una mejor utilización de las conexiones entre grupos neuronales, que no se tradujo en deterioro cognitivo.
En la edad media de la vida: el déficit auditivo, la hipertensión y la obesidad.
En la edad más avanzada: el hábito de fumar, la depresión, el aislamiento social, la inactividad física y la diabetes.
A estos factores podemos agregar también el consumo de alcohol, la dieta, varios medicamentos, déficit de vitaminas, las apneas del sueño (detención transitoria de la actividad respiratoria durante el sueño) e incluso una mala higiene dental.
¿Y qué sucede con los problemas de higiene dental? “Este tipo de problemas, como las periodontitis, son más prevalentes con la edad y se asocian al deterioro cognitivo. Los gérmenes de la microbiota dental o gingival están más frecuentemente asociados a los pacientes con demencia”.
Estrategias de prevención del deterioro cognitivo:
Entrenamiento cognitivo: En adultos mayores, mejora el dominio, el razonamiento y la velocidad de procesamiento en el área entrenada.
Intervención multidominio: Nutricional, ejercicio físico, entrenamiento cognitivo y monitoreo de los factores de riesgo vascular. Con este tipo de intervención, se presenta a los dos años una mejoría del 25% de algunos dominios cognitivos.
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