No siempre son fáciles de entender. Una experta aporta consejos para determinar si un producto es bueno para nuestra salud.
A la hora de cuidar nuestra ingesta de alimentos nos encontramos frente a la etiqueta de un producto sin siempre tener capacidad de entenderla. Entre la mezcla de términos familiares y desconocidos, y los distintos valores de cada uno de ellos, suele aparecer la misma pregunta: “¿Esto es bueno para mi salud?”
La licenciada en nutrición Viviana Desanzo, quien se desempeña en el área de Nutrición del Centro Terapéutico Dr. Máximo Ravenna, indicó que “nutriente es una sustancia que forma parte de una alimento y que es indispensable para el crecimiento, el desarrollo y para vivir de manera saludable”. Estos se dividen en macronutrientes (azúcares, proteínas y grasas) que aportan calorías y micronutrientes (vitaminas y minerales) que actúan en pequeñísimas cantidades, no aportan calorías y son indispensables para la vida.
Los macronutrientes –hidratos de carbono, carbohidratos, azúcares o glúcidos- aportan 4 calorías por gramo de hidrato de carbono y se encuentran en forma natural en muchos alimentos como los vegetales y las frutas, la leche y derivados como el yogur o de forma refinada como el azúcar y en todos los productos industrializados que lo contienen. En las etiquetas suelen aparecer en los ingredientes con nombres como jarabe de alta fructuosa, jugo de caña y miel, entre otros nombres.
A su vez, las proteínas resultan fundamentales para el crecimiento, la renovación celular de los tejidos y también aportan 4 calorías por gramo de proteína. Están constituidas por aminoácidos, algunos de los cuales son esenciales o sea que el organismo no puede sintetizarlos y deben ser aportadas por los alimentos.
Las grasas o lípidos se constituyen por ácidos grasos, algunos de ellos esenciales, o sea que no pueden ser sintetizados y deben provenir de los alimentos. Aportan 9 calorías por gramo de grasa. Su forma líquida a temperatura ambiente son los aceites y son de origen vegetal (grasa insaturadas) y su forma sólida son las grasas que provienen de animales (grasa saturadas). Las grasas saturadas están presentes en los lácteos enteros, manteca, y algunas carnes y conviene reducir al mínimo su ingesta.
“A continuación de la información nutricional sobre macronutrientes aparece la información sobre los micronutrientes” explicó la licenciada. Entre ellos se encuentran las vitaminas y los minerales como el sodio, que es fundamental para el buen funcionamiento del organismo, pero su exceso está relacionado con la hipertensión arterial. Los pacientes con esta patología tienen indicados distintos grados de reducción de este mineral. En personas sanas se recomienda no consumir más de 2 a 2,4 g de sodio teniendo en cuenta el proveniente de los alimentos y la sal de mesa.
Otros micronutrientes son el calcio y el hierro (fundamental en todas las etapas de la vida actúa en mínimas cantidades y transporta el oxígeno a las células”. Su déficit en la ingesta provoca anemia ferropénica.
Según Desanzo, los los valores de ingesta diaria recomendada son:
Vitamina A 600 mg
Vitamina D 5 mg
Vitamina C 45 mg
Vitamina E 10 mg
Vitamina B6 1,3 mg
Ácido fólico 400 mg
Vitamina B 12 2,4 mg
Vitamina K (2) 65 mg
Calcio (2) 1000 mg
Hierro (2) (*) 14 mg
Magnesio (2) 260 mg
Zinc (2) (**) 7 mg
Yodo (2) 130 mg
Fósforo (3) 700 mg
Ahora, ya con toda esta información, ¿cómo leer bien las etiquetas, sin perderse ningún detalle? “Mi sugerencia es comenzar por las normas de seguridad, forma de conservación, temperatura, y fecha de vencimiento. Luego continuar por los ingredientes para detectar si alguna de las sustancias que contiene el producto nos está prohibida o desaconsejada por algún motivo. Y recién allí pasar a la lectura de la información nutricional”, concluyó la nutricionista.
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