Luego del prolongado confinamiento provocado por la pandemia de COVID-19, las consultas por dolor, hormigueo, calambres, contracturas y fatiga en las manos aumentaron de manera significativa.
La gran cantidad de horas de uso de dispositivos tecnológicos debido al homeoffice o a los momentos de distracción frente a las pantallas, el aumento de actividades poco usuales con la cuarentena del año pasado y la falta de descanso, buena postura y elongación en las manos favorecieron la aparición, tal vez precoz, de muchas patologías.
Entre los diagnósticos más frecuentes que se presentan en el consultorio, podemos mencionar el dolor en el primer espacio interóseo, Rizartrosis (o Artrosis del Pulgar), Tenosinovitis de De Quervain y Síndrome del Túnel Carpiano, entre otros.
Para evitar o disminuir estos síntomas, es importante seguir una serie de simples pasos, para mejorar la calidad de vida y evitar complicaciones mayores.
Respetar el límite de dolor. Mientras sea posible, evitar actividades que lo generen, así como también disminuir las actividades que provoquen dolor y que no se puedan interrumpir permanentemente.
Debemos prevenir al máximo el uso prolongado de una misma articulación, sobre todo las de menor tamaño y fomentar el uso de articulaciones más fuertes por sobre las pequeñas. Por ejemplo, en el caso de las compras, es recomendable apoyar las bolsas del supermercado sobre el antebrazo y no colgarlas de las manos.
Es importante tener siempre presente que el tiempo de descanso es fundamental. Se deberá generar un equilibrio en los tiempos de reposo y de actividad. Se recomienda armar previamente una rutina de trabajo, haciendo hincapié en el equilibrio y evitando sobregastos de energía.
Por último, reconocer la fatiga muscular, para evitar que provoque dolor o inflamación que puedan traducirse posteriormente en una disfunción. También hay que evitar posturas que conducen a deformidad.
Otra manera de cuidar las manos es mantener una rutina de elongación de manos, muñecas y antebrazos, logrando también así el fortalecimiento de dichas partes. Realizar ejercicios como apertura y cierre de puños, separar los dedos y volver a juntarlos y marcar las pinzas (formar un círculo con cada dedo y el pulgar) son algunos ejemplos para mantener una buena salud en nuestras articulaciones y evitar la aparición del dolor.
Los medios físicos, como baños de parafina, calor o baños de contrastes, mejoran la circulación y generan una sensación de relajación en las manos. Las almohadillas térmicas son una alternativa para cumplir el mismo objetivo. Se debe siempre respetar los tiempos de descanso de la musculatura de la mano y del antebrazo. Por eso es importante armar un plan de ejercitación y evitar realizar de manera continuada y sin cuidado los ejercicios.
Una posible rutina podría comenzar con un baño de parafina (se pueden suplir con almohadillas térmicas o inmersión en agua tibia), luego seguir con una elongación del antebrazo y muñeca tanto en flexión como en extensión, y continuar con movimientos de cierre y apertura de puño y dedos de la mano. Se puede comenzar con unas pocas repeticiones, hasta que la mano y el antebrazo se acostumbren y ahí agregar más. Se recomienda, de ser posible, repetir la rutina 2 o 3 veces al día dándole tiempo de descanso. Con estas elongaciones y ejercicios simples, se pueden prevenir molestias y hasta evitar el surgimiento de algunas patologías.
Siempre es aconsejable la consulta con un médico especialista para el correcto diagnóstico, y por ende, una correcta derivación a rehabilitación en caso de ser necesario.
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