¿Cómo se recupera?, ¿qué lo desencadenó?, ¿hay cura? Estas preguntas son siempre de respuesta abierta tanto para profesionales como para las familias que inician un camino de búsqueda de contención, ayuda, diagnósticos y tratamientos.
Hablamos de regresión del desarrollo cuando un chico pierde habilidades que ya tenía. En términos técnicos y a lo que hace al desempeño profesional del día a día es una situación por la que las familias consultan con frecuencia por primera vez entre los 13 y 24 meses de vida. En ocasiones, también puede presentarse entre los 24 y los 36 meses.
La familia habla de este proceso como un tiempo detenido en la vida ya que dicen haber “perdido” a su hijo. Algunas frases comunes que escuchamos en el consultorio son: “se desconectó”, “se fue”, “ya no es el mismo”, “ no me miró más”, “ dejó de decir las palabras que sabía”, “ya no quiere jugar”, “no registra a la gente”. El común denominador de los interrogantes está relacionado con ¿cómo se recupera?, ¿qué lo desencadenó?, ¿hay cura?. Estas preguntas son siempre de respuesta abierta tanto para profesionales como para las familias que inician un camino de búsqueda de contención, ayuda, diagnósticos y tratamientos.
¿Cuáles son las habilidades que pierden los chicos?
Habitualmente son el lenguaje adquirido hasta el momento, la socialización, el juego simbólico, la respuesta al nombre, la fijación de la mirada en las personas y la variedad en la alimentación. Estas pérdidas, desde una mirada tradicional, tienen componentes vinculados a aspectos emocionales que son los que profesionales de la salud mencionan a las familias cuando reciben las consultas. El enfoque es psicoanalítico y aplicaría, según el caso, el diagnóstico de “estrés postraumático” ya que se asocia con un evento como mudanza, nacimiento de hermanito o separación de los padres.
Esta es una mirada que perdió vigencia en el campo de los avances científicos, pero se sigue utilizando por falta de actualización de los profesionales habitualmente consultados
Las causas de la regresión en personas con autismo
En los últimos años nos encontramos con información de alta calidad con la que podemos afirmar que, si bien los aspectos psicológicos se pueden tener en cuenta, se debe ordenar con criterio la información que se obtiene de la familia y del niño. Conocemos muchos aspectos de origen biológico que se relacionan con la pérdida de habilidades y cosas que pueden contribuir a lo que llamamos regresión. Algunos ejemplos son: alimentación por fórmulas lácteas artificiales, disbiosis intestinal severa (cuando en la flora intestinal hay bacterias, parásitos y hongos dañinos creciendo sin control), contaminantes del ambiente y los alimentos y una respuesta del sistema inmune que no es la que debe ser.
Tienen lugar cuando el organismo tiene una vulnerabilidad, genética y/o adquirida. La resistencia de estas personas vulnerables a los factores mencionados es menor que la de otros y por eso puede suceder la regresión en algunos casos, pero no significa que en todos se vaya a dar.
Los estudios más recientes reportan la regresión que se ve en TEA como un proceso que se hace más evidente luego de algo que aparece como el desencadenante o “gatillo», pero puede comenzar meses antes de ese evento. Además, después de la regresión más evidente a temprana edad, en muchos casos tienen lugar otras regresiones a edades mayores, sea en lenguaje, conducta o habilidades sociales y/o cognitivas. En muchos chicos de entre 4 a 12 años y en adolescentes diagnosticados con TEA hay regresiones conductuales, cognitivas o de lenguaje, cíclicas, que impactan seriamente la calidad de vida y su futuro.
¿Qué hacer frente a una regresión?
Lo que debemos saber es que este fenómeno se considera una emergencia médica. Al ser desencadenado y sostenido en cuestiones biológicas requiere la intervención médica entrenada para su adecuada intervención. Por ejemplo, una enfermedad autoinmune podría estar detrás de una regresión y se debe diagnosticar y tratar lo más seria y rigurosamente posible. Esto se logra a partir de la idea de considerar a los síntomas como emergentes, como lo que se ve externamente, como una alarma de lo que ocurre por dentro.
Es ahí cuando entendemos de dónde viene el autismo en gran medida: el 88 por ciento de los diagnósticos de TEA se precipita luego de una regresión, con cuadros tan diferentes como personas con el diagnóstico de TEA haya. Así se explica que esta pérdida de habilidades sea parte de un proceso, no sólo inflamatorio, que repercute en el cerebro y la expresión. Se trata de un conjunto de conductas que, según cómo se presenten en cada individuo, puede significar un trastorno del neurodesarrollo.
(*) El doctor Nicolás Loyacono (MN 133199) es médico integrante del Modelo científico transdisciplinario TEA-Enfoque Integrador y co autor de Humanismo en medicina. El rol crucial del pediatra en el trastorno del espectro autista publicado por la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
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