Disculparse y aceptar cuando el otro lo hace ayuda a encontrar tanto el bienestar físico como mental. Las claves para aplicarlo en la vida cotidianaFábulas y cuentos, letras de canciones, frases célebres y oraciones: son innumerables los formatos que abarcan el tema del perdón. Pero aunque hay mucho escrito, ponerlo en práctica puede costar, y mucho. «El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe», enunció alguna vez William Shakespeare.
Es que tanto pedir perdón como aceptar las disculpas de un otro nos puede ayudar no solo a sanar heridas sino también a dejar ir, a aliviarnos de rencores, culpas, sentimientos negativos y poner la mirada hacia adelante. Dejar que el perdón se lleven el odio y el resentimiento puede abrirnos paso al alivio emocional.
Pero… ¿qué significa el perdón? Tanto por nuestras malas acciones o aceptando el arrepentimiento del otro, el acto de perdonar adquiere múltiples significados: renunciar a los sentimientos de culpa, angustia, venganza para convertirlos o transformarlos en algo positivo. Es ya sabido que todos cometemos errores, la cuestión es llegar a comprenderlo; aceptar que todos somos capaces de hacerle daño a otras personas es aceptarnos los unos a los otros y vislumbrar que en la vida siempre habrá equivocaciones, pero lo que realmente importa es cómo actuamos a partir de ellas y sus consecuencias.
En las relaciones con los hijos, con los padres, con la pareja y con los amigos, el perdón tiene un poder curativo. Pero a veces nos es muy fácil perdonar a ciertas personas, pero a otras no. Según la licenciada Adriana Martínez, psicoanalista y coordinadora asistencial de Fundación Buenos Aires, el concepto de perdón es singular, y no hay dos personas que lo consideren de la misma manera. Por eso, lo que cada uno pueda perdonar o no dependerá de esa misma noción.
«A veces hay personas a las que nos resulta más sencillo disculpar porque entendemos que han actuado de acuerdo a una lógica que no nos lastima, y entonces comprendiendo por qué hicieron lo que hicieron nos basta para dejar atrás la decepción. En otras ocasiones, se nos juegan sentimientos más comprometidos, amorosos o de amistad y, en esos casos, es más difícil perdonar sin más el haber salido lastimados», aseguró.
Sin embargo, vale aclarar que perdonar no significa olvidar lo que pasó, sino desprenderse de los sentimientos que nos apagan y nos llenan de ira. Es, en definitiva, reconocer que hay más de una forma de ver; es pararse desde otro ángulo y ponerse en los zapatos del otro.
Además de madurar como personas, siendo más racionales y comprensivos, el perdón tiene otras consecuencias positivas. «Perdonar en sí mismo no genera beneficios, incluso a veces puede ser una decisión equivocada. Lo que alivia es el proceso de elaboración que es necesario hacer previamente a decidir perdonar alguna situación que nos dolió. Esa tramitación puede ayudarnos a no cargar cuentas pendientes y rencores que sólo pesan a aquel que lleva la carga», sostuvo Martínez.
¿Y luego? ¿Cómo lograr el equilibrio entre confiar «a ciegas» y estar alertas?
Se trata de un proceso que debemos recorrer y el subibaja de la confianza se dará de acuerdo a nuestra propia personalidad. Para Martínez, asumiendo que lo que se perdona es una traición o una infidelidad, elaborar la situación es posible y continuar el vínculo también, pero no sin consecuencias: «Cómo cada uno llegue a perdonar al otro y a convivir con esa cicatriz, se relacionará con el modo en el que ese vínculo ya se daba. Se podrá desconfiar más o menos, a medida que el tiempo pase y el tema se siga hablando entre los involucrados. Nunca es sano vivir ‘a ciegas’ ni en estado de alerta permanente».
Una ayuda al organismo
No estamos hablando solo de sensaciones, sino que incorporar a nuestro cuerpo sentimientos como el odio, la angustia, la tristeza, la culpa, el miedo y la rabia, pueden hacer que somaticemos, y que el sistema inmunológico del organismo de debilite.
Un estudio de la Universidad de Wisconsin, llamado «Forgiveness and Physical Health», comprobó científicamente que aprender a perdonar y a pedir perdón puede ayudar a prevenir las enfermedades del corazón en personas de edad madura. Según los resultados de la investigación, cuanto mayor es la capacidad de perdonar de las personas, existen menos probabilidades de encontrar problemas en torno a la salud coronaria. De manera contraria, cuanto menor es el grado de desarrollo de esta capacidad son mayores las probabilidades de trastornos cardiovasculares.
Visualizar la salud desde una perspectiva holística nos permitirá entender que el perdón nos permite estar mejor: sanar las emociones es ayudar a sanar el cuerpo; por ello, tantos psicólogos recomiendan el remedio más barato, pero más costoso de todos: reflexionar, meditar y perdonar.
Tanto el libro como la película Comer, rezar, amar, es un fiel retrato de esto. Dejar ir y dejar atrás, sin olvido pero sí con crecimiento nos puede ayudar a reinventarnos, a buscar nuevos caminos y horizontes.
El perdón es un ejercicio de sanación tanto del cuerpo como del espíritu. Es una expresión de maduración y de cariño, tanto para quienes nos rodean como para nosotros mismos. Es aceptar lo que pasó y mirar hacia adelante. Animarse una forma de ver la vida es clave para pedir perdón y perdonar las veces que sean necesarias porque al fin y al cabo y como planteó la filósofa Hannah Arendt, «el perdón es la llave a la acción y libertad».
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