Los mentirosos patológicos falsean la realidad como vía de escape, para obtener atención e incluso admiración, y entran en un círculo vicioso que les acaba dejando solos en el laberinto de sus mentiras.
A veces nos encontramos en la vida con personas que nos dicen algo que luego resulta no ser cierto, eso puede que no deje de ser una anécdota; pero cuando las mentiras son constantes, puede que estemos ante un mitómano, es decir, una persona que miente casi compulsivamente, también conocido como mentiroso patológico. Te contamos en qué consiste, cómo diferenciarlo de otros casos que muestran síntomas parecidos de mentiras y cómo tratar este problema.
¿Qué es la mitomanía?
La mitomanía, también denominada pseudología fantástica, hace referencia a un trastorno psicológico, por el cual la persona afectada, denominada mitómano o mentiroso patológico, tiene una conducta repetitiva del acto de mentir, lo que le proporciona una serie de beneficios inmediatos, como admiración o atención. Hay que aclarar que el término ‘mitomanía’ tiene también otro significado y se refiere a una tendencia a admirar exageradamente a una persona o cosa, pero aquí nos centraremos en el aspecto patológico de su significado.
A diferencia de otras adicciones como en la cleptomanía, en donde se produce un robo compulsivo sin buscar el enriquecimiento personal; en la mitomanía puede existir o no intención de engañar o estafar, aunque el verdadero fin es deformar la realidad para contar una historia personal más llamativa. Al principio esas narraciones logran su efecto, cautivando a quien le escucha, obteniendo atención, respeto y hasta admiración, que es lo que en definitiva mantiene esta conducta, además del miedo a ser descubierto.
A pesar de que el mitómano hace todo lo posible por no ser desenmascarado, cuando esto sucede y se comprueba la naturaleza falsa de sus historias, el mitómano obtiene el efecto contrario al deseado, es decir, sus conocidos y amistades tienden a rechazarlo y a aislarle al sentirse engañados. Los familiares que ya conocen su tendencia a mentir dejan de tenerle en cuenta a la hora de tomar decisiones y no le prestan demasiada atención sobre aquello que relata.
El círculo vicioso de la mentira
Las mentiras por falsificación u omisión pueden surgir de forma espontánea como un manera de evitar un castigo o para excusar una falta de puntualidad o de cumplimiento de alguna tarea encomendada. Llegar tarde a una cita o no tener preparado el trabajo solicitado el día anterior pueden ser situaciones propicias para que surja la mentira.
Los beneficios inmediatos que provocan estas mentiras pueden ser el detonante de un refuerzo para repetir dichas conductas; al observarse que cuanto más se repite menos tareas debe cumplir. Existe una línea muy fina, entre un comportamiento buscando el beneficio inmediato y la conducta adictiva, ya que la segunda se adquiere por la repetición, pero sobre todo por la sensación de impunidad que deja a quien miente.
Pareja abrazándose y mirando el móvil
Todos estamos expuestos a caer en el círculo de la mentira, como víctimas… o como mentirosos.
El adicto, aunque quiera, no puede dejar de mentir, pues se ha convertido en una parte de su forma de comportarse y relacionarse con los demás, llegándose a sentir indefenso si no adorna la verdad con mentiras que la hagan más interesante.
Como cualquier adicción, todos estamos expuestos a que pueda surgir la ocasión, la diferencia dependerá de la formación de valores de la persona de saber que aquello que hace no es correcto y sobre todo de ponerle freno para que no vaya a más.
La situación que puede originar un comportamiento mitómano suele estar relacionada con el estrés, cuando la persona se encuentre en un momento comprometido y piense en recurrir a la mentira como una salida fácil a dicha tensión; precisamente esa liberación que va a sentir cuando salva la situación con la mentira va a ser el motivo para que se vuelva a repetir en otras ocasiones.
No existe un patrón sobre donde será la primera vez, ni cómo se mantendrá, pero si es cierto que si la persona se encuentra en una ambiente donde dicha conducta es normal, aceptada o justificada será mas fácil que se repita, por ejemplo, en el grupo de amigos, donde puede hasta que sea tomado como una gracia las continuas mentiras de uno de sus miembros.
Aunque los familiares y amigos son los que más expuestos están a estas mentiras, también son los que antes se dan cuenta de las mismas, precisamente por la convivencia con el mitómano, ya que conocen de su vida y sobre todo ven la inconsistencia de sus mentiras a lo largo del tiempo. Es por ello que las mayores “víctimas” son aquellas que se encuentra esporádicamente, sin que vuelva a ver una relación con ella
Cuando el beneficio buscado es únicamente el de provocar admiración en el otro, no tiene mayores consecuencias, pero si sobre esa base se fundamenta una relación, cuando la persona se dé cuenta de las mentiras va a tender a abandonar al mitómano, pues se habrá roto la confianza que se supone debe regir en toda relación.
Si una vez detectadas por los familiares y amigos las mentiras no son cortadas a tiempo, pueden reforzar al mitómano a seguir con esa actuación, al no encontrar freno a su conducta adictiva. La forma de proceder pues sería enfrentar al mitómano a la verdad, y exponerle las consecuencias de ello, especialmente sobre sus relaciones personales.
En la mitomanía o adicción a mentir existen unos síntomas o características comunes con otro tipo de adicciones como son:
Altos niveles de ansiedad cuando se encuentra en situaciones propicias para el acto.
Pensamientos recurrentes de intrusión que incitan al afectado a mentir.
Impotencia a resistirse al impulso de falsear la realidad.
Liberación de la presión con satisfacción al no ser descubierto en sus mentiras.
Entre las manifestaciones de la mitomanía que le son propias y la diferencian de otras adicciones están:
Tendencia a desdibujar la realidad con grandilocuencias.
Búsqueda de la aceptación y admiración de sus interlocutores.
Baja autoestima junto con pocas habilidades sociales.
Miedo constante a ser descubierto.
Incremento progresivo de la magnitud de las mentiras con el tiempo.
Además, la mitomanía puede estar presente en otros problemas mentales, como el trastorno límite de la personalidad, trastorno bipolar o el trastorno de esquizofrenia; incluso es habitual que se presente junto a otras adiciones como la del consumo de sustancias ilegales o la ludopatía. Por ello, es imprescindible un buen diagnóstico diferencial para establecer prioridades a la hora de realizar el tratamiento, dando preferencia a aquellos síntomas más graves, como una desintoxicación, antes de proseguir con otras intervenciones terapéuticas.
Perfil del mitómano
Aunque todavía existe escasa investigación al respecto parece ser que la mitomanía es más frecuente en hombres, encontrándose su origen en determinadas características de la personalidad que irá conformando el hábito de mentir, entre ellas, el mitómano suele ser narcisista, tener baja autoestima, deficiencias en habilidades sociales, y desconfianza en las personas y sus relaciones entre otros. Algunos autores hablan incluso de que podrían existir cierta predisposición genética, aspecto todavía en controversia.
Aunque su edad de inicio puede ser temprana, para el diagnóstico de la mitomanía o adicción a mentir se requiere una edad mínima de 18 años, que es cuando se considera que la personalidad está conformada y establecida, siendo el individuo plenamente consciente de sus acciones y las consecuencias que estas acarrean en los demás. Evitando así confundirse con las fabulaciones infantiles que no son mentiras en cuanto no falsean la realidad, ya que ésta todavía no está conformada y el niño la mezcla con hechos de la imaginación.
Además de la edad, en la mitomanía hay que distinguir que exista verdadera intención de engañar, y que esas mentiras no sean una manifestación de otros trastornos psicológicos como el trastorno facticio, donde la mentira llevada al extremo llega a convertirse en la realidad del paciente; o muestra del deterioro de algunas funciones cognitivas, como en el caso de las demencias, en las que el paciente, de una forma inconsciente, rellena con “recuerdos inventados” sus lagunas de memoria.
Igualmente hay que distinguirlo de quien se gana la vida con el engaño y se dedica a ello profesionalmente, lo que se conoce como un simulador, el cual es totalmente consciente de la mentira de sus palabras y de las consecuencias que estas provocan, y a pesar de ello engañan; todo ello sin estar motivado por la notoriedad o la admiración que pueda despertar en otros, unido a una personalidad con baja autoestima, sino que lo hace buscando el lucro personal o el conseguir una determinada meta.
La primera dificultad que surge para poder llevar a cabo el tratamiento de la mitomanía o impulso a mentir compulsivamente es que el paciente es reacio a pedir ayuda profesional para solucionar su problema, e inventa cualquier excusa para ir demorando acudir a la consulta; ya que uno de sus miedos es precisamente ser descubierto, y que conozcan de su proceder. Es por ello que las primeras consultas suelen realizarse por parte de familiares al profesional para conseguir orientación sobre cómo actuar con el mitómano.
Si por fin acude a consulta, hay que asegurarse de que el mitómano está dispuesto a trabajar por su recuperación y no sólo que está por cumplir con la familia o pareja, pues en este segundo caso toda intervención será inútil. Una vez conseguido el compromiso del mitómano por mejorar se podrá aplicar alguna de las siguientes técnicas:
Terapias cognitivas
Orientadas a que el paciente detecte los pensamientos que le conducen a alterar la realidad; estos pensamientos pueden ser del tipo: “no valgo lo suficiente”, “así no me van a querer”, “¿qué he hecho yo destacable en mi vida?”. Estos pensamientos están acorde con su baja autoestima, debido a que utiliza modelos de comparación muy por encima de sus posibilidades.
Para ello hay que trabajar sobre lo que sí ha conseguido en su vida, todos esos pequeños logros alcanzados y darles un adecuado valor; igualmente se trabajará para que sus modelos de éxito sean más realistas y cercanos y no tan idealizados, con el fin de que el sentimiento que le genere sea de ganas de esforzarse por llegar a ello y no tanto de inferioridad. Ahondando en ésta técnica se reforzarán los pensamientos positivos, haciendo que el paciente se repita mentalmente, cuando esté en una situación social, frases como “yo valgo tanto como los demás”, “si me quieren será por lo que soy”, “puedo mejorar, pero ahora estoy bien”.
Técnicas de comunicación
Son una de las primeras y más urgentes intervenciones para proporcionar al paciente las herramientas apropiadas para desarrollar unas habilidades sociales mermadas. A través de estas técnicas se busca establecer una comunicación eficaz con la que el mitómano exprese sus deseos y necesidades, además de aceptar lo que piense la otra persona como es, sin necesidad de buscar su conformidad. Igualmente se le enseñará a asumir la negativa y el rechazo sin que lo considere un ataque ni una ofensa contra su persona, salvaguardando es esta forma su autoestima.
Psicofármacos
Aunque todavía no está muy extendido el uso para estos casos, es posible que el mitómano requiera ser medicado bajo prescripción facultativa para tratar síntomas de otros trastornos que se puedan estar presentado a la vez.
Consejos para prevenir la mitomanía
A la hora de prevenir este trastorno que lleva al mitómano a mentir de manera compulsiva o patológica, conviene tener en cuenta los siguientes consejos:
Es importante construir una buena personalidad en las primeras etapas de la vida, enseñando al niño a distinguir entre la verdad y la mentira, y los efectos que una y otra acarrea, un ejemplo de ello lo tenemos en la fábula de ‘Pedro y el Lobo’, donde se transmite que la mentira repetida hace que al final no te hagan caso cuando tengas una verdad que contar.
Los mitómanos suelen presentar baja autoestima, de ahí la importancia de conformarla en un ambiente estable de cariño, donde se valoren los pequeños éxitos que se van alcanzado de forma que se fortalezca la autoestima a la vez que se va conformando la persona.
Si conoces a una persona que sospeches que pueda estar utilizando constantemente la mentira, hazle saber, primero que no es de tu agrado aquello, y segundo las consecuencias futuras que puede acarrearle el continuar con dicha actitud. Tratar que un mitómano intente cambiar por las buenas, no va a tener consecuencia alguna, mejor intenta que sea él quien busque ayuda profesional, comentándole todo lo que ha podido perder por su comportamiento; pero como es un adulto, al final esa persona tendrá la última palabra de solicitar ayuda o no.
Si tienes un familiar mitómano, adicto a mentir, comunícale que lo sabes, y que actúas conforme a ello, e igualmente indícale que piensas que sería bueno que buscase ayuda para poder superarlo, pero sin querer obligarle; y sobre todo muéstrale los problemas presentes y futuros que le puede acarrear seguir mintiendo: problemas legales, de separación o divorcio de su pareja, o el alejamiento o rechazo de amigos y familiares.
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