No solo tristeza. También hay lágrimas cuando se despierta en nosotros el espíritu de cercanía o de comunidad. En esta categoría, también entra el hecho de reencontrarse con un viejo amigo o sostener a tu hijo recién nacido por primera vez.
En los bebés, el llanto es una forma natural de solicitar cuidado y atención. En la edad adulta, puede haber una gama más amplia de emociones que desencadenan lágrimas:
La reacción natural de una persona al dolor, la pena o la tristeza.
La emoción generada por sucesos como, por ejemplo, casamientos, egresos o después de obtener un ascenso duramente ganado.
Efectivamente, si se está ante una muy buena noticia o se cumple un sueño anhelado por mucho tiempo, es probable que la emoción embargue a la persona y rompa en llanto.
Las emociones abrumadoras pueden llevar a tener un nudo en la garganta, las palabras no aparecen y es ahí cuando las lágrimas se convierten en una fuente de comunicación.
Qué dice la ciencia sobre llorar de felicidad
Un estudio publicado en Frontiers in Psychology enfatiza cómo ver a una persona llorar obliga a los semejantes a ofrecer consuelo y apoyo empático voluntariamente. Responder con cuidado y amabilidad cuando se ve a alguien vulnerable es un instinto humano básico.
Otro estudio desglosa aún más la naturaleza comunicativa del llanto, mostrando cuatro razones principales por las que las personas derraman lágrimas de alegría:
Lágrimas de diversión: Responden a una situación divertida y acompañado de risas y risitas (“Me estoy riendo tanto que estoy llorando”).
Las lágrimas de felicidad suelen transmitir una historia conmovedora o un momento sincero, el denominador común es la impotencia que sienten todos en la extensión de las emociones creadas.
El acto físico de liberar una emoción del cuerpo, ya sea positiva o negativa, ayuda a lograr la homeostasis física y emocional, sugiere una investigación publicada en Emotion Review.