El contagio de ETS aumentó significativamente en los últimos años.
Desde la década de los 80 que se registra un aumento en el contagio de las enfermedades de transmisión sexual (ETS). Alrededor de un millón de personas en el mundo contraen alguna al año. Existen de diversos con consecuencias y síntomas completamente diferentes, pero todas se pueden prevenir si se toman las medidas adecuadas.
Las más conocidas históricamente fueron clamidia, gonorrea o sífilis, pero hay otras afecciones más recientes que activaron las alarmas de la comunidad médica ante su creciente propagación.
Una de ellas es la enfermedad micoplasma genital o mycoplasma genitaliu, que fue descubierta por primera vez en los 80. Sin embargo, se expandió de forma significativa en los últimos años. Ya es una de las ETS más comunes diagnosticadas en los jóvenes.
El micoplasma genital es provocada por una pequeña bacteria que se puede encontrar en mucosas de la uretra, el cuello del útero y el ano. Un estudio de 2015 publicado en el International Journal of Epidemiology indicó que las personas que tenían cuatro o más parejas sexuales en un año eran más propensas a contener esta patología.
Según ese estudio, puede tardar hasta medio año en desarrollarse y son pocos los laboratorios en el mundo que pueden detectarla a través de biopsias endometriales o pruebas de orina. El tratamiento consiste en la toma de un antibiótico.
La segunda ETS poco conocida pero cada vez más frecuente es el linfogranuloma venéreo (LGV), una infección prolongada del sistema linfático causada por uno de tres tipos diferentes de la bacteria Chlamydia trachomatis. Es más común en Centro y Sudamérica que en América del Norte y se presenta más en hombres que en mujeres.
La bacteria se disemina a través del contacto sexual, pero los síntomas pueden comenzar desde unos cuantos días hasta un mes después de entrar en contacto con esta. Se trata con antibióticos.
Debido a una infección de LGV se pueden padecer conexiones anormales de tejido entre el recto y la vagina (fístula); inflamación cerebral (encefalitis, poco frecuente); infecciones en las articulaciones, los ojos, el corazón o el hígado; inflamación e hinchazón prolongada de los genitales; o cicatrización y estrechamiento del recto. Las complicaciones pueden ocurrir muchos años después de haber contraído la infección por primera vez.
Otra que se suma al listado es la Neisseria meningitidis, más conocida como meningococo, que puede causar meningitis invasiva y sepsis (infección del torrente sanguíneo).
Hasta un 10 a 20 por ciento de los adolescentes y adultos son portadores de la bacteria aunque pueden no enfermarse pero sí contagiarla a otros por contacto directo. Por eso, se sospecha que se transmite al besarse o al practicar sexo oral, pero aún no se tienen certezas claras respecto a ello. Para prevenirla existen dos vacunas capaces de ofrecer cierta resistencia y, sino, se trata con antibióticos.
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