El reto de mantener la continuidad pedagógica requiere de paciencia extra de los padres, mayor dedicación al cuidado emocional de los hijos y un plus de creatividad.
En plena cuarentena obligatoria, me llama la mamá de Camila, muy angustiada. La nena va a cuarto grado y se encuentra en la computadora con cinco trabajos prácticos para entregar en dos días. Matemática, Prácticas del Lenguaje, Ciencias Naturales, Sociales y Plástica esperan ahí, amenazantes. Cami no logra concentrarse, posterga, se enoja y agrede a su madre. Pero, a la vez, quiere tenerla cerca. Está asustada, necesita jugar, distraerse, aliarse con su mamá y sentirse protegida por ella, en lugar de “soportar” exigencias.
La mamá de Matías, de sexto grado, también me escribe. Me confiesa que ella hizo los trabajos prácticos, para poder “vivir en paz”. Mientras, docentes de todos los niveles están al borde del ataque de nervios por la presión de tener que generar tareas para cientos de chicos y chicas.
Estamos viviendo una situación mundial absolutamente inédita, que exige de todos una flexibilidad y adaptabilidad jamás pensada y, menos aún, practicada.
¿Por qué pretender que las escuelas y sus comunidades funcionen “como si” no pasara nada? ¿Por qué simular clases, procesos y aprendizajes? ¿Puede un nene o nena aprender solamente leyendo una consigna o un texto? ¿Sirve acumular ejercicios y enviarlos por mail? ¿Podrán los docentes corregir las toneladas de trabajos prácticos en tiempo y forma, para hacer la devolución de lo realizado a los chicos y chicas?
Sin dudas, niños, niñas y adolescentes deben continuar la actividad escolar iniciada apenas antes de la cuarentena. Es incuestionable la necesidad de mantener hábitos y rutinas de estudio estando en casa, con la ayuda de las nuevas herramientas tecnológicas disponibles.
Además de los trabajos prácticos, el objetivo de la continuidad pedagógica se puede lograr de diferentes maneras. Algunas de las que sugiero: mirar películas, leer cuentos, escuchar música “fuera de moda”, intentar “no hacer nada” durante un rato y luego relatar la experiencia.
Cuando fuera posible, conectarse con docentes y estudiantes a través de algunas plataformas (la app Zoom es muy útil, por ejemplo) para estar juntos, compartir, conocerse un poco más, expresar emociones, hacer chistes entre todos.
Los chicos necesitan que nosotros contengamos su incertidumbre, su angustia y sus miedos. Necesitan descargar tensión y confirmar, siempre, que del otro lado hay un adulto amoroso que lo sostiene. Evitemos que nuestra casa se convierta en un ring de boxeo. Enseñemos a compartir, a ceder espacios, a esperar, a ser creativos, a atravesar tormentas y tolerar frustraciones.
La prioridad, ahora más que nunca, es cuidar la salud mental de los chicos.
(*) María Zysman es Licenciada en Psicopedagogía (Universidad del Salvador). Posgraduada en Autismo y TGD, y en Déficit de Atención y Dificultades de Aprendizaje (Universidad Favaloro). Conferencista y docente referente en la prevención del Bullying en Argentina y la región. Es directora del equipo de diagnóstico, prevención e intervención Libres de Bullying
- Raro
- Asqueroso
- Divertido
- Interesante
- Emotivo
- Increible