Desde hace siglos, sobresalen sus propiedades medicinales para la digestión o los trastornos hepáticos, entre otros. Consejos para su preparación ideal.
El alcaucil (o alcachofa) es una planta herbácea conocida y apreciada desde la antigüedad. Su origen se remonta a Etiopía y Egipto, desde donde luego se difundió hacia Europa Mediterránea y posteriormente, a América.
Se introdujo en la zona rioplatense en el siglo pasado, justamente de la mano de inmigrantes provenientes de la región Mediterránea, distribuyéndose desde allí al resto del país.
El alcaucil se consume principalmente en estado fresco (90%), desde la cabezuela floral de alcaucil o receptáculo carnoso y brácteas. Otra forma de consumo es procesado (10%) como conserva o congelado, incluso en preparaciones gourmet. Finalmente, también se lo utiliza como extracto líquido para bebidas refrescantes o aperitivos.
Qué parte del alcaucil es comestible
Hay que llegar a su corazón para apreciar en todo su esplendor el extraordinario y enigmático sabor de esta peculiar planta.
Rica en fibras dietéticas y baja en carbohidratos, el alcaucil es amigo del hígado, digestivo y depurativo, por lo que resulta una verdura perfecta para luchar contra el colesterol.
Se recomienda su consumo en personas con anemia, por su contenido en hierro, además de tener efectos procoagulantes, que ayudarán a prevenir sangrados. Una porción de 100 gramos de alcachofa contiene alrededor del 7% del hierro necesario para el consumo diario.
Pero, son muchos los beneficios para la salud que aporta la planta de alcaucil, como señala el nutricionista Alberto Ibarra en su descripción de esta verdura, como sus efectos sobre el tracto gastrointestinal en dispepsias (sensación de dolor o malestar en el hemiabdomen superior, a menudo recurrente).
Se pueden comer fritos, asados, a la plancha, cocidos y hasta crudos en ensalada.
Cómo preparar los alcauciles
Preparar un bol con agua, agregar sal y limón para evitar que se oxide. Poner ahí cada alcaucil a medida que se vaya pelando.
Eliminar el tallo del alcaucil o no (para muchas recetas va muy bien).
Sacar las hojas exteriores hasta que aparezcan las más tiernas, es decir, las que son menos verdes y más amarillentas.
Limpiar la base del alcaucil, quitando las partes más duras.
Cortar, aproximadamente, 2 cm de la punta del alcaucil. Cortar más o menos en función de lo verdes que estén las extremidades de las hojas.
Una vez pelado, se puede dejarlo entero, cortarlo por la mitad, en cuartos o laminarlo (para hacerlo frito como ‘snack´’).
Por último, colocar el alcaucil en el bol que se preparó previamente.
Por cierto, todo lo que se fue sacando de los alcauciles, esos restos, pueden servir, por ejemplo, para hacer un caldo vegetal muy sano que incluya puerro, apio, hinojo y jengibre.
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