Perdonar también es un acto de salud

Suele ocurrir que uno de los sentimientos que más nos ate al pasado sea, ni más ni menos, que el rencor. Un psicólogo explica por qué es necesario dejar ciertas emociones atrás.

Muchas veces el pasado puede llegar a obrar como un ancla que fije nuestra mirada en un tiempo ya vivido, que no puede ser modificado. En ocasiones, también los logros y alegrías de ese pasado nos llevan a regodearnos por demás, impidiendo de este modo que planifiquemos nuevos objetivos.

Pero ¿de qué puede servirnos que vivamos admirando el trofeo conseguido años atrás? Evidentemente, sería mucho más productivo que hiciéramos un lugar en la repisa para depositar aquel otro trofeo que aún no hemos ganado.

 

De cualquier manera, no hay dudas de que vivir de las glorias pasadas no resulta tan terrible como lo es, en efecto, permanecer anclado al sufrimiento de situaciones dolorosas antiguas.

El psicólogo y psicoanalista Daniel Fernández (M.N.: 41.671) explicó que es allí cuando debemos decidir entre extremos opuestos de un mismo cordel: de un lado está el perdón como experiencia sanadora; del otro está el rencor y sus efectos nocivos.

“Suele ocurrir que uno de los sentimientos que más nos ate al pasado sea, ni más ni menos, que el nada fructífero rencor. Por cierto, se trata de una de las emociones más dañinas, aunque claramente quien termina afectado no es el destinatario de dicho rencor sino quien lo experimenta”.

En ese sentido, el especialista ejemplificó: “Es sabido lo que ocurre con un barril repleto de manzanas cuando una de ellas no está en buenas condiciones. Sí, la podredumbre de una manzana termina contaminando a las demás. Esto mismo acontece en la mente cuando una persona no se despega de las emociones tóxicas del pasado, cuando no deja de evocar conscientemente sus malos recuerdos, cuando rememora la angustia padecida y se reaviva el rencor una y otra vez. Si la manzana putrefacta es el daño ya vivido, las emociones nocivas que emana contaminarán cualquier nueva posibilidad de ser feliz”.

¿Puede haber una mente saludable cuando se ancla en el pasado?
Para él, no puede haber una mente saludable cuando la mirada esta puesta en el pasado. Dicho pasado solo debe ser fuente de experiencia, de aprendizaje, para que no tropecemos nuevamente con las mismas piedras. Pero debemos dejarlo ir, pues nuestro equilibrio mental depende de lo que acontezca entre nuestro presente y nuestro futuro.

Perdonar también es un acto de salud
“En tal sentido, la vida es un vector que avanza como el tiempo, y no es posible avanzar sin perdonar. Son muchos los que pregonan la importancia de vivir en el presente, de poder disfrutar del aquí y ahora. Pero lo cierto es que nuestras acciones en el presente habrán de determinar nuestro futuro. Y si alguien, simplemente, utiliza su presente para cruzarse de brazos y aguardar, confiado, en que la vida lo conducirá en alguna dirección, puede que ese lugar al que lo lleve su vida no sea exactamente el sitio de sus sueños”, precisó.

 

Es decir que, sin lugar a dudas, algún futuro habrá de aguardarnos de todos modos. Al respecto, Fernández aclaró: “No obstante, sería más oportuno que la vida o el azar no nos guiaran, sino que nosotros mismos condujéramos el timón. ¿Hacia dónde? Hacia aquel lugar que nuestros deseos hayan determinado. Por ello la importancia de ponernos metas, a corto y a largo plazo”.

Pero ¿cómo hacerlo? “Primero, debemos deshacernos de nuestro viejo rencor. ¿Cómo? A través del perdón. ¿Y si el otro no merece ser perdonado? Eso es lo de menos. Perdonar es un acto que hacemos por y para nosotros, para liberarnos y sanar”, concluyó.

 

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