La idea no es hacer dieta sino cambiar de hábitos y aprender en familia.
La vida moderna de la sociedad actual transcurre a un ritmo acelerado. Como dice Fito Páez, “todos yiran y yiran” e intentan cumplir decenas de compromisos en un tiempo que parece cada vez más acotado. En este ir y venir constante, buscamos simplificar lo que podemos para hacer más eficiente nuestro rendimiento (¡sí, parece que todo se mide por resultados!) y en esta montaña rusa de tareas, muchas veces el momento de alimentarnos queda relegado a un rápido picoteo de lo que encontramos en la heladera, o lo que es peor, a un delivery de comida que en la mayoría de los casos, desconocemos su procedencia.
Y si bien tenemos en claro que “somos lo que comemos”, en la práctica no siempre podemos cumplir con ese ideal que soñamos. Tal vez tenemos la falsa creencia de que comer sano es trabajoso y lleva tiempo, cuando en realidad los alimentos que nos provee la naturaleza en su estado puro, están a nuestro alcance y son todo lo que nuestro organismo necesita.
Nuestras abuelas consumían comidas mucho más pesadas que nosotros, pero la diferencia es que tenían el alimento de primera mano.
“No tenemos que olvidarnos que tenemos el mismo cuerpo que el hombre de la prehistoria, aquel que vivía en las cavernas – relata a modo ilustrativo la nutricionista Macarena Mulqui (MP 0070) -, obviamente que no vamos a volver a ser recolectores ni cazadores pero en estos millones de años de humanidad, el hombre consumía solo alimentos que encontraba”. De esta manera Macarena recuerda que ante todo, «el hombre no era sedentario porque tenía que buscar, trepar, cazar” y además consumía alimentos crudos.
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Por eso cuando llegan los pacientes a consultar para alimentarse de una forma más saludable, Macarena busca indagar en la integralidad de la persona: “¿Dónde estoy? ¿Cuáles son mis hábitos? ¿Cuántos pasos al día hago? ¿Hago alguna actividad física? Y de ahí se disparan un montón de preguntas para que cada uno vaya buscando su propio camino. No podemos enfocarnos solo en la alimentación o el ejercicio, sino buscar un equilibrio y tener una mirada holística de la persona”, explica la nutricionista.
¿Podemos decir que en nuestra naturaleza está lo más simple: caminar y comer lo que tengo a mano, como los alimentos de estación?
Así es. Y en este cuentito de cómo fue evolucionando el hombre, nos preguntamos de qué se hidrataba ese hombre, y era de agua natural. Hay personas que no les gusta el agua, no toman agua, solo toman bebidas envasadas y azucaradas. La alimentación del hombre fue cruda durante millones de años. Después el hombre empezó a usar el fuego, aprendió a cocinarse un alimento, aprendió de la agricultura, de la ganadería, a producir sus propios alimentos para no tener que buscarlos y empezó a quedarse un poco más quieto. Esto lo cuento porque a veces la gente ni se lo pregunta: ¿por qué me cae mal esto, o por qué estoy con acidez hace tanto tiempo, por qué tengo este síntoma?
¿Cómo fuimos modificando nuestra forma de alimentarnos?
Tenemos que pensar lo que pasó en estos últimos 100 años: allí fue el mayor cambio porque nace la industria alimentaria que se fue metiendo en nuestras vidas. Esa industria alimentaria viene de la mano de la industria azucarera, con las harinas refinadas. Y si esta industria está hace 100 años, ¿cómo era la vida de nuestros bisabuelos? Obviamente que había un montón de factores que hacían que vivieran menos años. Hoy se vive más por los avances científicos en la medicina, los diagnósticos por imágenes.
Nuestras abuelas consumían comidas mucho más pesadas que nosotros, pero la diferencia es que tenían el alimento de primera mano.El huevo que hoy se llama de campo eran los huevos que ellos consumían, la leche recién ordeñada que traía el lechero. Si había algo en la casa donde uno podía consumir harina o azúcar, lo hacía la mamá. Se consumía de otra manera, no eran los excesos de comer galletitas todo el día, cereales, golosinas.
¿Cuándo tenían contacto con una bebida gaseosa?
En una fiesta. Ese contacto con el alimento fue cambiando. Entonces está bueno empezar a replantearse la alimentación. No es normal una alimentación a base de productos industrializados. Tampoco vamos a buscar algo imposible de realizar y cumplir. Obviamente que vivimos en esta sociedad y estamos en este siglo y con estas reglas de juego, pero ¿qué puedo hacer yo como consumidor con estas reglas, para consumir lo mejor posible?
Todo depende la individualidad de la persona. Hay muchas maneras de endulzar: está la stevia, la miel, todo depende de si hay una patología de base, el peso, la edad. La sal es un hábito que adquirimos con la alimentación. Por eso a los bebés y niños pequeños lo ideal es no agregarle la sal y evitar llevarla a la mesa. Hay sales que son bajas en sodio, sales integrales, como la marina. No son refinadas y por ende son mejores. También debemos sacar esos productos industrializados que siempre tenemos a mano como puede ser el caldito, que a todo se lo ponemos. Hay un mundo de hierbas aromáticas que podemos utilizar y que no son difíciles de tener, ya sea plantadas o secas. La cocina debe ser simple. La comida rápida también es una fruta, cortarse un tomate, cortarse una palta.
¿Entonces la idea no es hacer dieta sino cambiar de hábitos?
Y aprender en familia. Está este mito de que si estoy a dieta tengo que cocinarme para mí, y para mi familia otra cosa: ¿Como saludable y a mis hijos les voy a dar salchicha con puré instantáneo? Lo importante es que todos comamos lo mismo, uno enseña con el ejemplo. Cuesta un poco, pero podemos ir generando pequeños cambios que puedan hacer que la familia vaya teniendo otra conciencia.
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