Cada 5 de mayo se conmemora el Día Internacional de esa enfermedad que afecta a más de 76 millones de personas en el mundo.
Es una enfermedad que va deteriorando la salud progresivamente y no se puede curar. Los médicos pueden ayudar a controlarla, mejorar los síntomas que causa y frenar el avance de la hipertensión pulmonar. Por eso, la clave está en los controles.
«Se caracteriza por el aumento de la presión en las arterias pulmonares porque se vuelven más estrechas y hay menos espacio para que fluya la sangre», explica el neumonólogo Jorge Cáneva (M.N. 63.878), jefe del Servicio de Neumonología y miembro del grupo de hipertensión pulmonar del Hospital Universitario Fundación Favaloro.
Hay muchas causas y pueden ser de origen desconocido o hereditarias, asociadas al uso de ciertos medicamentos para adelgazar o drogas ilegales como las metanfetaminas, o a anomalías cardíacas presentes al momento del nacimiento.
«Es difícil de diagnosticar de manera precoz debido a que sus signos y síntomas son similares a los de otras afecciones cardíacas y pulmonares, incluso cuando la enfermedad está avanzada», señala el médico.
Síntomas de la hipertensión arterial
– Dificultad para respirar, inicialmente ante esfuerzos y luego durante el reposo.
– Fatiga.
– Mareos o episodios de desmayos.
– Presión o dolor en el pecho.
– Hinchazón en los tobillos, las piernas y, con el tiempo, en el abdomen.
– Color azulado en los labios y la piel.
– Pulso acelerado o palpitaciones del corazón.
Hay varios tipos de tratamiento disponibles, estos incluyen medicamentos orales, inhalados y otros que se administran de forma subcutánea y endovenosa. Todos tienen por objetivo abrir los vasos sanguíneos en los pulmones, mejorar la circulación en esa zona y reducir la presión en el corazón.
«Como última opción, si los medicamentos no logran controlar la enfermedad, existen opciones de cirugías o en algunos casos debe llegarse al trasplante de pulmón o cardiopulmonar», agrega el neumonólogo.
La relación con el nuevo coronavirus
Si bien son pocos los pacientes con hipertensión pulmonar que desarrollaron COVID-19 y se necesitan más datos, hay registros en España e Italia. «Hasta ahora, se ve que el COVID-19 no aumenta la severidad de la enfermedad, la predisposición ni la mortalidad de los pacientes con hipertensión pulmonar», observa Cáneva.
El consejo final del especialista, en este contexto de pandemia, es que los pacientes con este diagnóstico no pierdan los controles pautados de acuerdo con los niveles de gravedad.
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