El aumento de la expectativa de vida, sobre todo en las comunidades más beneficiadas, ubica al Alzheimer como la próxima pandemia a la que toda la población mundial se verá expuesta. Por Andrea Mazzei – Claves para ralentizar el Alzheimer (foto: Pixabay) Claves para ralentizar el Alzheimer (foto: Pixabay) Según las estadísticas, la enfermedad de Alzheimer es un padecimiento que afecta la esfera cognitiva, la memoria y el lenguaje. Es una enfermedad degenerativa que tiene más chance de aparecer a mayor edad. Se estima que 1 persona de cada 20 mayor de 60 años y 1 de cada 2 mayor de 80 años, la padecerá. Las mujeres son las más afectadas. Cómo prevenir y ralentizar el Alzheimer Si bien se trata de una enfermedad crónica, progresiva e irreversible, hay muchas medidas que nos permiten intervenir en las distintas etapas para ralentizar el curso de la misma. Desde el punto de vista de la prevención, hay factores que son modificables y otros que no lo son. La edad, el sexo femenino (ya que son las mujeres las más afectadas) y la predisposición genética son situaciones que no podemos cambiar. Pero sí podemos actuar sobre la dieta, la educación, la estimulación cognitiva, el manejo del estrés, la sociabilidad, el sedentarismo, sostener una buena cantidad de horas de sueño, tabaquismo, la hipertensión arterial, la diabetes, la disminución de la audición y toda minusvalía física que limite la llegada de estímulos sensoriales, tan necesarios para estar conectados con el mundo exterior. ¿La alimentación influye? Respecto de la dieta, el hábito de una dieta mediterránea, con poca carne roja y aumento del consumo de pescados, frutas, verduras y aceite de oliva se han relacionado con una mejor salud cerebral. Moverse más La actividad física acorde a la edad, con caminatas, movilidad de todos los grupos musculares, preferentemente en un ámbito grupal y de forma lúdica es un hábito que redunda en beneficios para todo el cuerpo. Ser sociable El mantenerse socialmente activo, aun en tiempos de pandemia por el medio que pueda adaptarse a cada realidad, también implica una actividad que comienza en el arreglo personal necesario para encontrarse con otro, la higiene, la elección de la vestimenta, el intercambio verbal y afectivo del encuentro. Esto que parece tan simple, es uno de los estímulos emocionales y cognitivos que muchas veces no son tenidos en cuenta. Si una persona mayor, por ejemplo, tiene limitada su capacidad auditiva, inicialmente habrá que equiparla con audífonos, para que luego se pueda incorporar a una actividad social. Mejorar los hábitos Dejar de fumar, controlar la presión alta, dormir una buena cantidad de horas (entre 6 y 8 horas), el manejo del estrés y el desafío intelectual de emprender el aprendizaje de algo nuevo y distinto cada vez, complementan los elementos pilares de la prevención de la demencia. Claves para transitar la enfermedad El tratamiento de la enfermedad en sí, si bien no es curativo, puede ayudar a enlentecer su curso, y se disponen de varios medicamentos que se utilizan según la etapa por la que se atraviese. También hay tratamientos farmacológicos que ayudan a mitigar los síntomas más angustiantes y molestos para el paciente y su entorno: depresión, ansiedad, agresividad, delirios, etc. “Si de etapas o estadio hablamos -según el método de evaluación FAST, sigla que traducida del inglés significa “estudio de la evaluación funcional del Alzheimer”-, podemos resumirlas de la siguiente manera” explica la Dra. Gabriela Ferretti, divulgadora científica de Grupo Medihome. “Entre el primero y el último estadio suelen pasar de 10 a 15 años. En el primer estadio no hay síntomas ni quejas de trastornos de memoria. En el segundo estadio el individuo empieza a olvidar nombres conocidos o donde ha colocado objetos familiares y también pueden aparecer dificultades para encontrar palabras durante el discurso. En el estadio III o enfermedad de Alzheimer temprano el examen clínico detecta un leve defecto de concentración el individuo. Pueden extraviarse en un lugar no familiar, y suele haber defectos en pocas palabras y nombres y tener un rendimiento laboral pobre. En el estadio cuatro o enfermedad de Alzheimer moderada el paciente necesita ayuda para realizar tareas complejas como organizar sus finanzas domésticas y preparar la comida. Comienza a disminuir el conocimiento de los hechos actuales y recientes y hay dificultad en el recuerdo de la historia personal y una pérdida de interés por las cuestiones que antes le interesaban. Sin embargo, todavía se orienta en el tiempo y es capaz de reconocer rostros familiares. Ya en el quinto estadio de la enfermedad de Alzheimer moderada la persona no puede sobrevivir mucho tiempo sin asistencia. No es capaz de recordar datos como su dirección o teléfono. Todavía recuerda muchos de los hechos más importantes relacionados consigo mismo y con los demás. Sabe cuál es su nombre y generalmente el de sus familiares cercanos. Aun puede no requerir asistencia en su higiene personal ni en la comida, aunque puede tener dificultades para elegir la ropa adecuada. Llegando al estadio 6 o Alzheimer moderadamente severo el individuo recuerda su propio nombre, pero puede olvidar el de su familiares y depende de terceros totalmente para sobrevivir. Es incapaz de recordar acontecimientos recientes y mantiene cierto conocimiento de su vida pasada, aunque de manera muy acotada. Suele desconocer a su entorno y requiere asistencia en las actividades cotidianas. Habitualmente se presenta incontinencia de esfínteres, se alteran los ritmos de sueño y vigilia, ya que no puede distinguir el día de la noche. La aparición de alucinaciones y delirios, así como conductas agresivas son muy habituales. Permanece abúlico y sin deseos. En el séptimo y último estadio de la enfermedad el Alzheimer es severo y el cerebro es incapaz de decirle al cuerpo lo que debe hacer. Se pierden las capacidades verbales casi en su totalidad, la posibilidad de caminar, mantenerse sentado, deglutir de manera eficaz, lo que lleva en esta última etapa a la postración”, relata la especialista. Ayuda necesariaEl permanecer en cama por largos períodos, provoca complicaciones como las escaras por permanecer en una misma posición durante muchas horas, infecciones urinarias y fundamentalmente respiratorias por aspiración de alimentos, que suelen ser la causa de la muerte. Conforme se van transitando las distintas etapas, la mayor preocupación recae sobre quién y cómo va a cuidar de esta persona con enfermedad de Alzheimer. En principio, el acompañamiento y los cuidados son dispensados, en el mejor de los casos por la pareja o familiares directos. Pero esta actividad de cuidado no tiene descanso, son las 24 horas los 7 días de la semana y eso genera un importante estrés en quien se encarga de esta asistencia permanente. Es por ello por lo que aquí aparece la figura del cuidador domiciliario, considerado en la ley de discapacidad 24.901 y que determina, entre otras leyes, los derechos de las personas con discapacidad certificada a través del Certificado de Discapacidad (CUD) y que las Obras Sociales y Entidades de Medicina Prepaga deben cubrir las prestaciones necesarias para cada persona.

Vivir con optimismo hace la vida personal más satisfactoria. Sin embargo, una dosis saludable de pesimismo puede ser algo bueno. La opinión de los psicólogos.

Repetir afirmaciones positivas es una excelente, y muy difundida, manera de entrenar la mente para mejorar la actitud frente a las adversidades. Incluso, hay quienes creen que se puede ser feliz siempre, si se adopta una predisposición hacia el optimismo, y que es la clave de vivir con buen humor. Vaso medio lleno o medio vacío: esa es la cuestión.

“Ser feliz es algo muy complejo para dar una opinión exacta. Por esto, desde ya decimos que no es sólo una cuestión de actitud”, responde a Con Bienestar María Liliana Acosta (M.P. 97.485 ), psicóloga especializada en Teoría Cognitiva Conductual (TCC)y miembro del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires Distrito XV.

Para la experta, todas las experiencias nos aportan algo: “Las buenas, sí dan felicidad: un amor que nos comprende y acepta como somos, el nacimiento de los hijos, un ascenso en el trabajo, lograr el final de una carrera profesional, un viaje al lugar soñado. Son momentos, destellos de felicidad”.

En medio de los bombardeos diarios de malas noticias, historias que nos afectan, la incertidumbre que caracteriza estos tiempos de política y pandemia, es difícil no quedar atrapados en la ola de negatividad.

“Las experiencias malas, las que no hace falta enumerar, son espacios de reflexión para capitalizar ese bajón, esa “derrota”, ese “barajar y dar de nuevo”. Sirve para mirar cuál fue la falla por donde se esfumó la felicidad”, afirma Acosta.

“El “ser feliz” es el objetivo más importante de la cultura occidental. Aprovechando esta especie de regla cultural, encontramos una gran lista de personas que se aprovecha de esa situación. Pero como sabemos los profesionales que hacemos TCC, perseguir esto sería como la zanahoria atada a un palo en la cabeza del burro”, grafica Mariano Zinser (M.N. 51.966), psicólogo miembro del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires Distrito XV.

La TCC es una forma de entender cómo piensa uno acerca de sí mismo, de otras personas y del mundo que le rodea, y cómo lo que uno hace afecta a sus pensamientos y sentimientos. Esta terapia puede ayudar a cambiar la forma de cómo se piensa (“cognitivo”) y cómo se actúa (“conductual”) y estos cambios pueden ayudar a sentirse mejor. Por esta razón es que en el modelo tradicional de esta teoría, se desmenuza el concepto de felicidad en objetivos terapéuticos a partir de la pregunta “¿Y qué es ser feliz?”, “¿Y cuánto duraría eso?”.

Ser feliz, ¿es una decisión?
Zinser plantea que, “unas pocas preguntas suelen ser suficientes para que la persona cambie su forma de pensar a ese ‘objetivo’ de ser feliz, y esto es necesario para que ajuste su petición a objetivos realistas, posibles de alcanzar, los cuales pueden acompañar de bienestar pasajero (la alegría de aprobar un examen dura hasta que nos preocupamos por el próximo examen) pero de ninguna manera ese mandato cultural irreal y marketinero, que nos hace creer que tenemos que alcanzar ‘algo’, y que ese ‘algo’ va a mantener un estado de alegría constante”.

Las redes sociales explotan de “tiranía del positivismo”, una forma de pensar que por momentos es tóxica y obliga a demostrar constantemente lo felices que somos. Nadie publica fotos de un día complicado o se aconseja llorar, desahogarse hasta más no poder. Sobran los posteos con tatuajes con frases que alimentan la presión de ser feliz y parece ser que en gran parte la idea viene impulsada por el mercado lucrativo de autoayuda, que, de no ser eficaz, puede llegar a instalar un sentimiento de culpabilidad. Cada vez, con más fuerza, avanza una cultura que tiene poca tolerancia para aquellos que no pueden sonreír y mirar el lado positivo de la adversidad.
“Si ser feliz no puede ser un objetivo, no podemos pensar que actuando de determinada manera, en esa especie de “recetas para ser feliz” podríamos lograrlo. Nuestra propuesta es más terrenal, que el consultante viva la vida que quiere vivir, una vida con sentido, para lo cual posiblemente tenga que aprender a aceptar cierta cuota de dolor, que es inevitable”, propone Zinser. Por su parte, Liliana Acosta sugiere: “Dejemos fluir la vida y, en esos instantes, comprobaremos cuáles son nuestros momentos felices”.

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