Puede ser positivo o volverse tóxico. Dependerá de las herramientas que los padres aporten a través del apoyo, el juego y el cariño.
La respuesta al estrés es algo innato. Es la reacción que se activa cuando estamos ante una situación de amenaza. Cuando en cambio no se supera y la tensión es continua, es fundamental comprender lo que podemos hacer para disminuir su impacto, sobretodo en los chicos.
Si bien es una reacción que despierta nuestro sistema de alerta en el cerebro para que el cuerpo reaccione y tome decisiones para mantenernos protegidos y con vida, cuando hablamos del otro estrés, el tóxico, nos referimos a la reacción biológica. Lo que pasa dentro del cuerpo y por cuánto tiempo pasa.
Hoy, la ciencia confirma que el impacto del estrés toxico en los primeros años de vida es crítico y repercute en el desarrollo y la estructura cerebral. Sin embargo, primero debemos entender los tres tipos de estrés que se pueden presentar en los chicos.
1- El estrés positivo es la reacción biológica que tienen ante una situación amenazante, el aumento de frecuencia cardíaca, la presión arterial y producción de cortisol, pero por un corto período de tiempo. Porque después, el chico se siente seguro, siente que atendieron sus necesidades y por ello su nivel fisiológico de activación vuelve a la línea base.
2- El estrés tóxico es el tipo de estrés en el que se mantiene la misma elevación de las respuestas biológicas pero el sistema no vuelve a su línea de partida, pasa activado por varios días o meses. El niño no siente control de la situación que le resulta una amenaza..
3- El estrés tolerable es el mismo sistema de estrés que se activa pero el chico sí cuenta con figuras que proveen esta seguridad, que le modelen cómo lidiar con estas situaciones y que le enseñen herramientas de resiliencia.
La diferencia entre el estrés tolerable y el tóxico no es la causa, sino en cómo está el cuerpo lidiando con ese estrés. Y la ciencia confirma que entre más pequeños son los niños más necesitan de los adultos para que les den esa protección y esas herramientas. No hay forma que lo hagan solos, siempre andan buscando aprender.
Cuando un chico está estresado, se producen reacciones que están directamente relacionadas con partes de su cerebro que son mas vulnerables a los niveles tóxicos de cortisol. Y estas partes son las relacionadas con la memoria, la habilidad para regular las emociones y el comportamiento. Es por eso que algunas conductas esperables en chicos estresados son:
– Apatía.
– Irritabilidad.
– Problemas en el sueño.
– Fatiga..
– Quejas somáticas, dolor de cabeza o estómago.
– Agresividad y hostilidad.
– Dificultades en el aprendizaje.
¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestros hijos a gestionar el estrés?
Primero, debemos recordar que los niños no tienen habilidades para gestionar el estrés tóxico. Por lo que nosotros debemos ser el ejemplo y enseñarles cómo. Nosotros, los adultos, debemos transmitir seguridad y protección.
El chico debe sentir que su casa es un lugar seguro y que las figuras de apego tienen el control. Para ello, debemos hacer algunos cambios como no hablar de la situación que nos perturbe todo el día, no transmitirle nuestros temores a ellos, conversar con ellos de las cosas sobre las que sí tenemos control como el lavarnos las manos, quedarnos en casa, seguir indicaciones, por ejemplo.
Es importante entender que si yo, como adulto, paso todo el día llorando, con cara de angustia, hablando con amigos de lo catastrófico de esto a pesar de que veo que mi hijo no está bien, no estoy bajo control y mi hijo lo ve y lo escucha.
Pero además, para que un padre o madre pueda dar esa sensación de seguridad, debe sentirse aunque sea un poco así. Y para eso, lo que debemos es buscar la forma de sentirnos nosotros bien, de bajar nuestra actividad de estrés.
La diferencia entre el estrés tolerable y el tóxico no es la causa, sino en cómo está el cuerpo lidiando con ese estrés.
Algunas personas necesitan hablar con la familia; otros, con amigos; otros, realizar respiraciones profundas y meditación; otras actividad física y otros, bailar. Todo esto que baja los niveles de cortisol y nos permite tomar el control de nuestro sentimiento para luego transmitir a nuestros hijos seguridad. La clave es que si nosotros estamos bien, ellos estarán bien.
Una segunda estrategia para enseñarles a gestionar el estrés es facilitar y promover espacios de juego libre. La ciencia confirma que el juego es la mejor forma, yo diría que la única, de enseñar a nuestros hijos a lidiar con el estrés y desarrollar resiliencia. No hablo del juego estructurado donde le coloco materiales y le voy guiando en sus pasos.
El juego clave es el juego libre en el que el niño pone las reglas, el tiempo y la temática. Y nosotros lo único que debemos hacer es crear oportunidades de juego, defender ese derecho y ponerlo como una prioridad en nuestro hogar. Cuando los chicos juegan, aprenden a gestionar sus emociones y generan conexiones más fuertes y más resilientes para los desafíos de la vida.
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