La ciencia demostró que el bienestar emocional es una fuente de salud física que mantiene el sistema inmunológico fortalecido y la mente saludable.
Muchos autores sostienen que una actitud de agradecimiento genera felicidad, por lo tanto, todo lo que te aleje de la gratitud como experiencia y forma de mirar la vida puede afectar a tu salud, en primer lugar emocional, y luego física.
Expresar tu gratitud te mantiene más feliz, más satisfecho y con una actitud más positiva ante la vida. También fortalece tu relación con tu entorno y la conexión con los otros. Fortalece tu optimismo, tu resistencia al estrés, y por lo tanto tu nivel de salud y recuperación de las enfermedades. Como el agradecimiento implica en primer término que reconozcas que aquello que te otorgan está fuera de vos y tu posibilidad actual y que tengas claro lo que valorás en tu vida, hay ciertas cuestiones que pueden bloquearla.
Los enemigos de la gratitud son:
– La soberbia, que hace que sientas que no necesitás nada de nadie.
– El egocentrismo, que te desconecta de las necesidades de los otros.
– La ambición, que hace que todos tus actos tengan una motivación egoísta.
– Sentir que el mundo te debe algo y que lo merecés todo, por lo que vas a exigir todo y vas a sentir que no tenés que agradecer nada.
No es igual ser desagradecido que ser ingrato. Si sos agradecido vas a reconocer el beneficio y a quién te lo dio, y vas a sentirte inclinado a devolverle con acciones algo de ese bien recibido. Si no te costará podrás ver lo que recibiste y por eso no podrás reconocer a tu benefactor. En cambio, el sentimiento de ingratitud hace que encuentres defectos en el beneficio que te dieron, dudarás de la motivación de tu benefactor y devolverás mal por bien.
Si la gratitud tiene tanto de positivo deberíamos practicarla más, ¿No te parece? Lo bueno es que, como toda fortaleza puede ser practicada, o al menos tener conciencia de todo lo que más te aleja de ella:
– Un sesgo negativo que haga que pienses mal de todo y todos.
– Tu incapacidad para reconocer tu dependencia en algún aspecto.
– Pensar que todo (y no solamente algunas cosas) son tu derecho, el síndrome del rey que cree que todos están para servirle.
– Esperar siempre gratitud de otros.
– Conflictos o problemas psicológicos que no pudiste resolver aún.
– Compararte con los demás y envidiar las cosas buenas que tienen.
– Autopercibirte como víctima en todas las situaciones.
– Tomarte todo con ansiedad y no ver los tiempos de espera de cada situación.
– Dudar de las personas que te ayudan por pensar que te quieren sacar algún provecho.
– Que hagas todo en automático, por lo que no percibirás lo bueno en lo que vivís.
Aunque parezca algo sencillo a veces lo olvidamos, por eso la práctica es tan importante para mantener la salud y evitar la enfermedad. Tomate un rato cada día para reconocer aquello por lo que podés agradecer, ya sea a otra persona o a la vida misma. Vas a mantenerte con mayor nivel de bienestar.
(*) La autora es licenciada en Psicología y fundadora y directora de PSIDEAR Psicología desde el Arte (MN 66722).
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