Si no registrás olores o los registrás distorsionados, es bueno que sepas que la ayuda más sencilla viene de la vinculación social.
Samantha LaLiberte, trabajadora social en Nashville, Tennessee, pensaba que se había recuperado completamente del COVID-19, pero a mediados de noviembre unos siete meses después de que se había enfermado, un pedido de comida a domicilio le olía tan mal que tuvo que tirarlo a la basura. Cuando visitó a una amiga que estaba cocinando en su casa, salió corriendo y vomitó en el jardín de la entrada.
“Dejé de ir a lugares, incluso a casa de mi mamá o a cenar con amigos, porque todo, desde la comida hasta las velas, me olía muy mal”, confesó LaLiberte, de 35 años. “Mis relaciones están en problemas”.
Ella tiene parosmia, una distorsión del olfato a tal grado que los aromas que antes eran agradables —como el del café caliente o el de una pareja amorosa— podrían volverse desagradables o incluso intolerables. Junto con la anosmia, o la disminución del olfato, es un síntoma que ha permanecido en algunas personas que se han recuperado del COVID-19.
La parosmia, una enfermedad que provoca olores fantasma, es un síntoma persistente de COVID-19 en el caso de algunas personas, algo que ha afectado sus relaciones personales. (Foto: Caroline Tompkins/The New York Times).
Se desconoce el número exacto de personas con problemas de parosmia. Un análisis reciente encontró que el 47 por ciento de la gente con COVID-19 presentaba alteraciones del olfato y gusto; de estos, alrededor de la mitad dijo que había padecido parosmia.
“Eso significa que una rosa podría oler a heces”, explicó Richard Doty, director del Centro del Olfato y Gusto en la Universidad de Pensilvania. Mencionó que las personas por lo general recuperan el olfato al cabo de unos meses.
Por ahora, LaLiberte no tolera ni el olor de su propio cuerpo. Bañarse no ayuda; el olor de su jabón, acondicionador y champú le dan ganas de vomitar. Además, identificó el mismo olor en su esposo de ocho años. “Ahora no hay mucha intimidad, y no es porque no querramos”, contó.
“Es un problema mucho más grande de lo que la gente cree”, afirmó Duika Burges Watson, encargada de la Red de Investigaciones sobre Alteraciones Alimentarias de la Universidad de Newcastle en Inglaterra; ella envió a una revista un artículo de investigación sobre el tema. “Es algo que afecta tu relación contigo mismo, con otros, tu vida social, tus relaciones íntimas”.
QEPD las cenas de citas y ‘los besos espontáneos’
Muchas personas que sufren de parosmia lamentan haber perdido ciertos ritos sociales, como salir a cenar o estar físicamente cerca de sus seres queridos, sobre todo después de un año que de por sí nos ha aislado a todos.
“Para mí es una batalla bárbara”, expresó Kaylee Rose, de 25 años, cantante en Nashville. Ha estado tocando música en vivo en bares y restaurantes de todo el país, y entrar a esos lugares se ha vuelto desagradable. “Estuve en Arizona para dar una función, llegamos a un restaurante y casi vomité”, contó. Pero tener que enfrentar las reacciones de las personas a su afección casi es peor.
“Mis amigos insisten en que pruebe lo que cocinan porque creen que estoy exagerando”. Ahora mejor no va a las reuniones sociales o acude pero no come.
Parosmia (distorsión del olfato), o anormia (disminución), son síntomas que se registran a quienes fueron afectados por COVID 19 (Foto: Archivo)
A Jessica Emmett, de 36 años, que trabaja para una compañía de seguros en Spokane, Washington, le dio COVID-19 dos veces, primero a inicios de julio y luego otra vez en octubre. La parosmia ha sido un síntoma persistente. “Siento que mi aliento está rancio todo el tiempo”, afirmó.
Antes de tocar a su esposo, usa enjuague bucal y pasta de dientes. Incluso en ese caso no puede dejar de lado la sensación de que apesta. Y no es solo su aliento. “Mi sudor, lo puedo oler, y está un poco alterado”, dijo. El resultado: mucha menos intimidad. “En realidad no hay besos apasionados y espontáneos”, comentó.
Su único consuelo es que ha estado con su esposo desde hace más de 20 años. “¿Cómo le explicas esto a alguien con quien intentas salir por primera vez?”, se preguntó.
Burges Watson dice que ha conocido a jóvenes con parosmia que se sienten nerviosos de hacer nuevas conexiones. “A veces, su propio olor les produce repulsión”, dijo. “Se les dificulta pensar en lo que los demás podrían decir de ellos”.
Encontrar una comunidad
Algunas personas que padecen parosmia han recurrido a grupos de Facebook para compartir consejos y desahogarse con quienes entienden sus síntomas. “Fui al doctor, y él de verdad me miró como si estuviera loca”, relató Jenny Banchero, de 36 años, artista en San Petersburgo, Florida, que ha tenido parosmia desde inicios de septiembre. “No fue sino hasta que me uní a un grupo de Facebook que supe que la gente se lo toma en serio”.
Sarah Govier, trabajadora sanitaria en Inglaterra que presentó parosmia luego de enfermarse de COVID-19, en el verano creó el Grupo de apoyo Anosmia/Parosmia por COVID. “El día que lo abrí en agosto se unieron cinco o seis personas”, dijo. “Para enero llegamos a las 10.000”. Ahora hay más de 16.000 miembros.
Otro grupo de Facebook, AbScent, que empezó antes de la pandemia y está vinculado a una organización caritativa, también ha visto que el interés ha aumentado. “La gente proviene de todas partes, de Sudamérica, Asia central, el este de Rusia, Filipinas, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, India y Canadá”, afirmó Chrissi Kelly, la fundadora de AbScent.
En marzo, Siobhan Dempsey, de 33 años, diseñadora gráfica y fotógrafa en Northampton, Inglaterra, publicó en el grupo de Anosmia/Parosmia de COVID: “Me alegra informarles que ya recuperé el 90 por ciento de mi sentido del gusto y olfato después de casi un año de haberme contagiado de COVID”. La inundaron de felicitaciones.
La parosmia, una enfermedad que provoca olores fantasma, es un síntoma persistente de COVID-19 en el caso de algunas personas, algo que ha afectado sus relaciones personales. (Fotografía de Caroline Tompkins/The New York Times).
La parosmia, una enfermedad que provoca olores fantasma, es un síntoma persistente de COVID-19 en el caso de algunas personas, algo que ha afectado sus relaciones personales.
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