Hijos y nuevas parejas: conocimiento, convivencia y aceptación

Antes vinculadas fundamentalmente a la viudedad, y en la actualidad como consecuencia de los numerosos divorcios, es cada vez más habitual que se formen nuevas familias en las que uno o ambos miembros de la pareja tengan hijos de relaciones anteriores: son las llamadas familias reconstituidas, familias mixtas, o familias ensambladas.
Pero esta nueva situación puede llegar a ser bastante problemática: los cambios suelen resultar complicados para los niños, y es normal que aparezcan celos e inseguridades. Por ello, y para evitar que surjan conflictos a largo plazo, la incorporación de la nueva persona a la vida de nuestros hijos ha de ser progresiva, y más aún si está muy reciente la separación o pérdida de la anterior pareja; debemos dejarles tiempo para asimilarlo.

Ante todo, antes de presentar a la nueva pareja a los niños debemos asegurarnos de que la relación es razonablemente sólida. La psicóloga infantil Marta Rivas Arroyo, especializada en trauma, recomienda “una primera toma de contacto fuera de casa y asociada a actividades agradables para el menor. Luego planearemos encuentros de forma progresiva para que al niño le dé tiempo a adaptarse y vaya conociendo a la nueva pareja de su progenitor”. Y puntualiza que “es de gran utilidad que el otro progenitor (si lo hay) apoye la entrada de esta nueva persona en la vida de su hijo”.

Una buena comunicación con los hijos es clave
En todo momento, y desde los inicios de la relación, la comunicación con los niños es fundamental. Les explicaremos que hemos conocido a una persona especial para nosotros, de un modo natural. La conversación debe basarse en la sinceridad y podemos decirles que es una persona que nos hace felices, pero dejando claro que a ellos les vamos a seguir queriendo.

Es conveniente preguntarles por sus impresiones, dejando que nos manifiesten sus dudas y temores, y actuaremos “en consecuencia”. Y es que, como aclara la psicóloga, “siempre es positivo tener en cuenta su opinión para saber en qué medida están preparados para seguir conociendo a la nueva pareja más profundamente”.

Evidentemente, la edad condicionará mucho la manera de hablar con nuestros hijos, y la forma de explicarles que mamá o papá “tiene novio”, y de lo que va a ir suponiendo esto para ellos: será mucho más fácil la adaptación para los niños más pequeños que para los adolescentes.

Sin embargo: “no sólo influye la edad, sino también la relación que tengan los niños con sus padres, y estos entre ellos. Los niños más pequeños suelen ser menos conscientes de lo que conlleva una nueva pareja, y si se hace de forma progresiva y natural pueden llegar a aceptarlo bien. Con los mayores es importante la sinceridad y recordarles continuamente que los sentimientos que pueden estar apareciendo por la otra persona nunca van a interferir en lo que se siente por ellos”.

Antes de iniciar la convivencia con la nueva pareja también es importante que vayamos haciendo cada vez más cosas juntos, como ir a comer al restaurante favorito de los niños, al cine, o a un parque de atracciones, por ejemplo. Aunque también son aconsejables actividades más cotidianas, como simplemente ir a dar un paseo, o volver todos juntos del colegio. Poco a poco iremos comprobando que conforme va pasando el tiempo la relación se va consolidando. Se trata de poner unos buenos cimientos que permitan construir una nueva familia con la menor cantidad de conflictos posible.

Cómo facilitar a tus hijos el proceso de aceptación de tu nueva pareja
El proceso de adaptación de los hijos a esta nueva situación en la que mamá o papá tienen un nuevo novio o novia muchas veces no es fácil, y requiere de mucha psicología y comprensión para que poco a poco acepten a la nueva pareja en sus vidas. En el momento de emprender un nuevo camino de crianza y de educación en el que se reasignan nuevos papeles a cada uno, todos debemos poner de nuestra parte para que el proceso resulte lo mejor posible. Se trata de un periplo en el que los adultos rehacen sus vidas, pero transforman también las de sus hijos.

La clave está en establecer relaciones positivas, sin dejar de poner límites y de fijar las reglas necesarias en la convivencia, trabajando mucho la comunicación y la afectividad, y sin olvidarnos de dar el lugar correspondiente a los progenitores naturales de los niños (si los hay).

“Lo más recomendable es que los cambios sean paulatinos, de forma natural y coherente, adaptándose a las particularidades de cada niño. Además, es fundamental que si ha habido una separación, esta se haya hecho de una forma cordial, sin conflictos manifiestos y con buena comunicación entre el padre y la madre”

Hijos y nueva pareja: primeros pasos para una buena convivencia
Tras un período paulatino de adaptación, llega el momento de vivir todos juntos (aunque podemos empezar probando con una convivencia intermitente: los fines de semana, o durante períodos cortos de tiempo), y aquí es realmente donde comenzarán las dificultades. Si ya es complicada la crianza de nuestros propios hijos, más aún será la de los de nuestra pareja (y esto se puede agravar si no se tenía experiencia anterior con niños o estos son ya adolescentes o incluso adultos). Hasta que no llevemos un “tiempo de rodaje” no nos iremos ganando su respeto, y es entonces cuando la nueva familia reconstituida comenzará a funcionar como tal.

Una premisa esencial es la constante comunicación entre ambos miembros de la pareja, dejando claro cómo proceder con los niños, qué parcelas de la educación va a asumir cada uno, y cómo actuar en diferentes situaciones. Debe “existir previamente un contexto de seguridad para los menores, y que ellos vean que ambos padres biológicos se siguen involucrando con ellos de la misma forma que lo hacían antes”.
Por tanto, decisiones más trascendentales como las relativas al ámbito escolar, a los temas médicos, o a las amistades de los niños (o, más adelante, a las relaciones amorosas), por ejemplo, corresponden a los padres biológicos. Pero las situaciones más cotidianas se tendrán que ir resolviendo día a día en la nueva familia (ayudar a los niños con los deberes, tareas de limpieza en casa, salidas con los amigos…).

Por supuesto, es fundamental pasar mucho tiempo con los niños y hacer cosas que les gusten, con el fin de ir creando ese vínculo afectivo necesario para que todo vaya bien. Compartir momentos especiales y crear nuevas vivencias es positivo para la nueva familia. La clave es divertirse todos juntos, pero sin “forzar” las cosas. Eso sí, siempre hay que dar prioridad a las necesidades de los pequeños y si ellos demandan pasar más tiempo con sus padres biológicos, se lo debemos facilitar.

La convivencia cuando ambos miembros de la pareja tienen hijos
En cuanto a fusionar dos familias, es decir, si hay hijos por las dos partes (familias mixtas), al principio suele ser bastante positivo: es normal que se sientan entusiasmados con tener otros hermanos-amigos para jugar y lo tomen como algo divertido, pero lo más probable es que durante la convivencia surjan roces de distinta índole, por lo que hay que tener especial cuidado para que ninguno de los menores se sienta “destronado”, o vea demasiado amenazado su bienestar anterior (tener que compartir habitación, por ejemplo, puede conllevar problemas).

“Es conveniente tratar de que conserven su espacio en la medida de lo posible (por ejemplo, en la adolescencia es esencial favorecer la intimidad de la persona), mediar en los posibles conflictos que puedan surgir, sin posicionarnos y sin criticar y juzgar a unos y a otros, y mantener un tiempo especial donde cada niño pueda ser atendido y escuchado para que vaya elaborando poco a poco el cambio. Deben ser tratados de la misma forma (sin favoritismos), con normas coherentes y comunes, sin hacer diferencias entre ellos”.

En definitiva, hay que hacer sentir a los niños que siguen siendo importantes para sus padres, y que pueden contar con ellos siempre que lo necesiten.

En las nuevas familias reconstituidas, sean como sean, los problemas y las dificultades surgirán porque el cambio es considerable, tanto para los niños como para los adultos, pero haciendo las cosas de forma gradual, con paciencia, buena comunicación y cariño, podremos ir avanzando positivamente.

Para facilitar el proceso de adaptación de todos los miembros de la familia mixta y conseguir una buena convivencia, te ofrecemos algunos consejos que te ayudarán a evitar cometer los errores más habituales en estos casos:

Exceso de mimo o permisividad. Es fácil caer en este error para ganarse a los niños (lo que habitualmente va acompañado de regalos), pero el desarrollo del vínculo afectivo por parte de los menores se tiene que ir generando de un modo “desinteresado” y basado en la confianza y el cariño.
Centrarse demasiado en los hijos y desatender a la pareja. Y viceversa, ya que también es un error habitual “dejar de hacer cosas con los niños porque este espacio pasa a ocuparlo ahora la nueva pareja”.
La clave está en equilibrar, para conseguir que los niños no vean amenazada la relación con su padre o madre.
Considerar a la nueva familia como si se tratase de una tradicional, en vez de como reconstruida. Es bueno normalizar la situación, pero el nuevo núcleo familiar tiene sus peculiaridades y conlleva ciertas dificultades que es necesario abordar.
Imponer a los niños el afecto hacia la nueva pareja. Porque yo la quiera, mis hijos no deben quererla obligatoriamente de inmediato; ya se sabe, “el roce hace el cariño”. Eso sí, la relación entre ellos debe basarse en el respeto desde el primer momento.
Mentir a los niños “o darles explicaciones poco coherentes”-
Llamar a la nueva pareja “madrastra” o “padrastro”, ya que su connotación es negativa. Es mejor que los menores la llamen por su nombre de pila, por ejemplo.
Compararnos con sus padres biológicos, intentando parecer mejores. Además, “es muy habitual la alienación parental; es decir, criticar a la expareja abiertamente delante del niño con el objetivo de que éste se posicione”. Esto hay que evitarlo por todos los medios por las consecuencias tan negativas que tiene para el menor.
No tener en cuenta a los familiares naturales (abuelos, tíos, primos…) del niño que forman parte de la familia de la anterior pareja, o alejarle de ellos.

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